Este año, Panamá participa por primera ocasión en un campeonato mundial de fútbol, aunque el deporte ha sido protagonista de la historia panameña desde hace años de la mano de equipos profesionales e infantiles de béisbol, así como destacadas participaciones de representantes de la natación, hípica, boxeo, lucha y atletismo, entre otras disciplinas.
El equipo de Aguadulce, por ejemplo, hace poco nos hizo vibrar en la Serie Mundial de Béisbol Infantil, en Williamsport, Estados Unidos; Irving Saladino, quien obtuvo una medalla olímpica de oro; o el influenciador de Unicef Panamá, Cesar Barría, primer latinoamericano con discapacidad en cruzar a nado el estrecho de Gibraltar. Todos ellos son ejemplos de disciplina, superación y pasión por el deporte.
El 23 de agosto de 2013, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 6 de abril el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz con el fin de concienciar acerca del papel que el deporte puede desempeñar en la promoción de los derechos humanos y el desarrollo económico y social.
El deporte tiene el poder para motivar, inspirar y conectar. Es una herramienta primordial para cambiar la vida de las personas y especialmente la de niñas y niños. Les enseña habilidades para la vida, manteniéndolos saludables, promoviendo la igualdad de oportunidades, combatiendo el consumo de drogas, luchando contra los prejuicios, la discriminación y ayudando a superar barreras entre las personas. Al mismo tiempo, fortalece valores, como respeto, solidaridad, liderazgo y cooperación y sobre todo, permitiendo a niñas y niños jugar. Porque no debe olvidarse que el juego es un derecho de los niños.
La Convención sobre los Derecho del Niño, ratificada por Panamá en 1990, en su artículo 31, consagra el derecho de niñas, niños y adolescentes al juego, al descanso y a las actividades recreativas y culturales. El deporte, como forma institucionalizada del juego que requiere de entrenamiento y sujeción a normas, tiene impacto a nivel individual, así como en el desarrollo de los países.
El deporte, debido a su gran alcance, popularidad y los valores positivos sobre los que se funda, ocupa un lugar privilegiado para contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En específico, ha demostrado ser una excelente estrategia para avanzar y lograr impactos directos en al menos 4 de los 17 ODS: salud de los niños (ODS 3), educación inclusiva (ODS 4), igualdad de género (ODS 5) y protección de los niños (ODS 16). Por estas razones, Unicef ha incorporado el poder y el potencial del deporte, de la recreación y del juego a su trabajo en países de todo el mundo.
No obstante, la contribución del deporte al desarrollo, no está exenta de peligros que como país debemos anticipar y prevenir. Al convertirse los deportistas en héroes locales, especialmente en disciplinas con grandes patrocinios, la presión que pueden recibir niños y niñas para ser deportistas de élite puede exponerlos a graves riesgos: explotación laboral, deserción escolar, separación de la familia, lesiones, consumo de sustancias nocivas e ilegales, abuso sexual, entre otros.
Es por ello que Unicef trabaja con gobiernos, empresas privadas, organizaciones de la sociedad civil, clubes deportivos, escuelas y las familias para que las canchas de juego sean entornos seguros para el empoderamiento, desarrollo y disfrute de derechos de las niñas y niños.
Nos encontramos en un momento único marcado por la participación de nuestra selección mayor en el Mundial de Fútbol de la FIFA. La emoción se siente en las calles, entre fanáticos. Y hay una mayor atención de los anunciantes, medios de comunicación y empresas por el deporte. Panamá se encuentra frente a una oportunidad excepcional para impulsar políticas públicas y alianzas público-privadas que pongan al deporte en el centro de las estrategias para el desarrollo y Unicef está aquí para apoyar a todas las partes a aprovechar esta coyuntura en el mayor beneficio de nuestra niñez y adolescencia.
La autora es representante de Unicef en Panamá