Hay que desdramatizar el tema del tapón del Darién, quitarle su aspecto tabú. Destaponar primero nuestras mentes. Hay que propiciar una gran consulta nacional en la que participen los mejores cerebros del país. Un buen estudio de impacto ambiental, los estudios de ingeniería con el plano de la carretera o de un ferrocarril y el de sus impactos económicos y de seguridad deberían ser la base de esa consulta. Añadimos la actualización de los estudios de desarrollo del Darién que se hicieron en 1975 y que nunca se ejecutaron.
En el continente americano que se asoma al Pacífico queda pendiente completar la comunicación por la carretera Panamericana de más de 25 mil kilómetros de longitud desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, cuya ruta está casi siempre cerca de la costa del Pacífico.
Un cortísimo tramo montañoso, selvático y pantanoso de apenas 87 kilómetros de los cuales 58 kilómetros en Panamá (distancia de Panamá a Capira) y 29 kilómetros en Colombia en el llamado tapón del Darién, todavía lamentablemente cerrado a causa de viejos mitos y nuevos temores de inseguridad y ambientales en Panamá, impide la unión por tierra de toda América, al contrario de lo que sucede en Asia, región mucho más compleja, peligrosa y poblada, donde se puede circular por tierra desde Singapur hasta los confines árticos de Rusia, pasando por Indochina y la enorme China Popular.
El istmo panameño permanece de esta forma aún en los albores del siglo XXI como el que une desde hace 100 años los océanos y los continentes mediante su canal marítimo, pero que todavía separa el Nuevo Mundo en acción contraria a su profundo interés y el de todo el continente. Ni siquiera hemos sido capaces de establecer una interconexión eléctrica con Colombia para suministrar energía en nuestro país y de neutralizar a políticos sin visión que sabotearon en la década de 1990 el funcionamiento de un ferri entre Colón y Cartagena.
Panamá, con su Canal (al que se añade el ferrocarril y su carretera Transístmica), aprovecha teóricamente cerca del 25% de la capacidad de su posición geográfica, nuestro principal recurso natural. Ampliado, utiliza ya más: casi el 50% de la capacidad de nuestra posición geográfica, mientras que con vías terrestres que nos comunicarían con Suramérica, podría utilizar el otro 50% disponible y extraordinariamente desechado hasta ahora por la inacción de la élite panameña y su falta de liderazgo y de visión. Podríamos acercarnos al 100% del uso de nuestra posición geográfica mediante el uso pleno de ese valiosísimo recurso natural para beneficio de Darién, de Panamá y de toda la América.
Una autopista o un ferrocarril entre Panamá y Medellín serían mucho más atractivos que las vías entre Panamá y San José de Costa Rica. Panamá sería, sin lugar a dudas, el puerto internacional principal de Colombia, un país emergente, con 50 millones de habitantes laboriosos que forman parte de la Alianza del Pacífico, la más exitosa organización de integración económica y comercial regional.
Las carreteras y los ferrocarriles ayudan a controlar las actividades ilegales, ya que las autoridades pueden acceder más fácilmente al sitio donde tienen lugar y erradicarlas rápidamente. Un parque nacional sin vías de comunicación es socavado mediante la deforestación por parte de los que expanden la frontera agroganadera. El Parque Nacional Darién, que es cada vez más un lugar poroso que facilita actividades ilegales.
Esa es una realidad que se oculta para mantener vigentes los tapones mentales que sustentan el tapón del Darién.
El autor es geógrafo, historiador y diplomático. Editor: Ricardo López Arias