La “donación” se entiende como aquello que da una persona, de forma voluntaria y sin esperar premio ni recompensa alguna; mientras que el “soborno” es aquello que sirve para captar la voluntad de una persona o hacerla actuar en determinada forma. También se considera como un proceso de otorgamiento de recursos monetarios u otro tipo de favores sobrantes a personas.
Quienes pretenden hacer la distinción establecen una línea divisoria entre esos conceptos sobre la base de plantear que uno es benévolo, porque no busca rentabilidad, como pueden ser las donaciones, y el otro malévolo, porque condiciona el actuar para lograr un beneficio, en el caso del soborno.
Hay una línea muy tenue entre uno y otro concepto, puesto que una donación que termina, para el donante, en recibir favores, reconocimientos, nombramientos y beneficios, pudiera caer en el terreno del soborno, si se trata –atendiendo a su definición– de captar la voluntad de una persona para hacerla actuar.
Los esfuerzos que hace el oficialismo por distanciar la tesis del “soborno”, con el argumento de la “donación” enmarañan más el ambiente, sobre todo, porque en la presentación de la lista de donantes aparecen personajes que ocupan cargos de mucha importancia en el engranaje gubernamental. Difícil sería para el hombre común aceptar que se hicieron donaciones, sin esperar nada a cambio.
Todo esto pone de manifiesto la realidad de la actividad política y de los actores que se mueven en razón de sus intereses. El problema de la ética política entra en cuestionamiento de la credibilidad de quienes gestionan y lideran la “cosa pública” en ponderación muy baja, lo que debe conducir a una serena reflexión, puesto que los hombres terminan por perder la confianza cuando los resultados son sesgados en detrimento de muchos, pero a favor de unos poquísimos que terminan acaparándolo todo.
Las obras de los humanos son imperfectas. El escritor inglés, Bernard Shaw, sostuvo que: “La perfección irritaba a los dioses”. Precisamente, por ello, no podemos encontrar nada absolutamente infalible, omnipotente y omnisapiente en la humanidad. Pero la grandeza está en aceptar los errores para hacer el cambio y mejorar, no ser porfiado, porque al final del camino la historia dará cuenta.
El detonante, Fonseca Mora, con sus manifestaciones –ciertas o no– agudizó los sentidos de la población, obligándola a asumir posición, mientras que los personeros oficialistas, en un afán para disminuir la tensión, descalifican y apuran la tesis de la “donación” y no del “soborno”, pensando que resuelven y disipan la percepción que tiene la gente sobre la actual administración gubernamental.
Sinceramente digamos: “Amanecerá y veremos”.
