Es evidente que los panameños estamos preocupados por la deficiente educación que reciben los niños en las escuelas públicas, y no voy a llover sobre mojado. La flagrante carencia en un recurso que es indispensable para el progreso, sabiendo que la competencia será cada vez más dura y a nivel global, requiere soluciones y recursos inmediatos.
Pero quiero ampliar el diálogo, subrayando que también hay que remediar la ordinariez y la vulgaridad de que se hace gala en este hermoso istmo. No es suficiente aprender a leer y escribir y memorizar algunos textos para dejar de ser lo que somos: un pueblo chabacano. Ser culto incluye tener buen vocabulario, cortesía en los modales, decencia en el vestir. Intereses amplios que conduzcan a la adquisición de conocimientos para valerse en un mundo que tiene la mira puesta en la conquista del espacio.
La cultura de la que hablo no se enseña ya en las escuelas, donde los maestros difícilmente son respetados. Se absorbe del medio en el que se vive, porque la tribu grande que somos nos pone ejemplos, impulsándonos a imitarlos.
Comienzo por la publicidad. ¿Qué les pasa a las publicitarias que invierten su genio creativo en comerciales cuartomundistas? ¿Por qué no insertan, junto con la invitación a comprar equis producto, algunas sutiles enseñanzas de esas que nos faltan? ¿En qué piensan los empresarios que aprueban bobadas ruidosas y gastan su dinero empobreciendo la mente de los consumidores?
Y los canales televisivos… una auténtica vergüenza. No se dan cuenta de que se trata de un recurso tan potente que moldea las mentes y consciencias de los televidentes. Quisiera noticieros dignos de ese espacio, con figuras que han educado sus voces, que poseen una educación de peso (¡ah, cómo extraño a don Mario Velásquez!), que visten con la propiedad que exige su cargo. Que reconocen el rol del entrevistador, que no es dar sus opiniones personales sino transmitir verbalmente lo de interés entre lo acontecido. Y mucho más cuidado con las entrevistas relámpagos en las calles; por favor, ¡escojan a personas presentables!
Luego veamos los programas nacionales; son escandalosos, libidinosos, colmados de violencia y fealdad. ¿De verdad quieren que así seamos los panameños?
Las telenovelas que seleccionan para alimentar nuestra psiquis indica lo que piensan de este pueblo. No señores; el panameño da para mucho más, pero hay que contribuir en forma positiva para que lo logre. Aquí le doy una sugerencia a TVN, con su excelente novela El Sultán captaron una audiencia nacional extraordinaria. ¿A ninguno de los gerentes o productores se le ocurrió aprovecharla para celebrar mesas redondas con historiadores, que narraran sobre el contexto histórico de la dinastía otomana, de los safávidas, de la España mora, educando de paso a los admiradores de esta estupenda serie?
Termino estas líneas con un ruego: entendamos que para ser un pueblo culto y digno, todos tenemos que poner nuestro grano de arena. Por algo el título del libro de Hillary Clinton: It takes a village, en español, Se requiere de todos.