En 2008 había 227 mil 220 “ninis” de 15 a 29 años, 27% de esa población. 63% eran mujeres y 79% urbanos. Desde entonces se crearon 446 mil 681 empleos y el Estado invirtió más de $15.5 mil millones en educación. Hoy tenemos 238 mil 573 “ninis” (25%), 66% de ellos mujeres y 69% urbanos. En una década de auge económico, empleomanía y miles de millones invertidos en educación, las cosas han variado poco.
Los jóvenes, quienes obtenían 1 de cada 4 nuevos empleos generados en la economía entre 2004 y 2008, desde 2009 solo logran 1 de cada 10, y la edad promedio en los nuevos empleos es hoy 53 años. Son un tercio de la población en edad productiva y 60% de quienes buscan trabajo, pero solo se benefician del 10% del crecimiento del empleo, aportan el 61% de los desempleados del país, 1 de cada 4 de ellos no trabaja ni estudia (“nini”), representan 57% de la población penitenciaria y se ven involucrados en 2 de cada 3 detenciones que hace la Policía Nacional.
Nadie cuestiona el valor de la educación como instrumento de desarrollo y movilidad social. Esto es complejo en un país cuyo sistema educativo está divorciado de su realidad laboral.
Las distorsiones entre el sistema educativo y el sector productivo en Panamá son ilustradas en los informes del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), a través de las variaciones de población, trabajadores, estudiantes y “ninis” de 15 a 29 años en los últimos 14 años (2004-2014), período en el cual se registró el boom económico de nuestro país.
Entre agosto 2004 y agosto 2009, se generaron 53 mil 234 empleos juveniles (1 de cada 4 nuevos empleos creados en ese lapso), prácticamente el doble de su crecimiento poblacional (27 mil 137), al tiempo que la población estudiantil aumentó ligeramente (10 mil 408), dando como resultado una reducción neta de 36 mil 505 “ninis”.
Entre 2009 y 2014 se priorizó la cobertura educativa, con el consecuente aumento de 45% en la matrícula estudiantil (76 mil 503). 86% del cual se dio en estudiantes de 15 a 19 años (65 mil 630) y 12% (9 mil 281) en la franja de 20-24 años. Sin embargo, solo se crearon 27 mil 743 empleos juveniles, aproximadamente un tercio de su aumento poblacional. El efecto combinado de estas variaciones produjo una disminución de 11 mil 951 “ninis”, principalmente debido al aumento de la población estudiantil.
Luego, entre 2014 y 2018, la población de 15 a 29 años aumentó en 53 mil 212 personas (más que la expansión del empleo y la población estudiantil juntas), y como consecuencia se incrementó a 19 mil 568 “ninis”, para ubicarse en 238 mil 573 a agosto 2018, 25% de los jóvenes en ese segmento de edad.
En ese lapso, la población económicamente activa (PEA) de 15 a 29 años (jóvenes buscando trabajo) aumentó en 37 mil 343, prácticamente la misma cantidad que en los 10 años anteriores (38 mil 975), directa consecuencia del mayor número de estudiantes en las escuelas entre 2009 y 2014, así como del 56% de deserción escolar en educación premedia y media.
La reducción sostenible en el número de “ninis” depende de la generación de empleo juvenil, no solo del aumento en el número de estudiantes. Pero la mayoría de los esfuerzos se está focalizando en la adecuación de la “oferta” (jóvenes) a través de la educación, lo cual, como queda demostrado, no garantiza empleo.
¿Qué pudiéramos hacer, adicionalmente, para estimular la “demanda” de empleos que los jóvenes puedan desempeñar? ¿Cómo podríamos dotar a los jóvenes de las herramientas para identificar y aprovechar oportunidades de negocio, no exclusivamente de empleo? Quizás insistimos afanosamente en buscar “la respuesta correcta a la pregunta equivocada”.
El autor es asesor empresarial