Múltiples estudios, realizados por diversas organizaciones, apuntan a la formación técnica como la solución inmediata a la falta de mano de obra calificada para apoyar el crecimiento que tiene nuestra economía. Comparto este criterio, siempre y cuando esa formación técnica no sea terminal, es decir, que permita a sus egresados continuar estudios superiores, si así lo desean.
Varios ministerios de manera no orquestada, están tratando de encontrar el camino para una rápida formación de los técnicos que requieren las empresas. Para esto están contemplando introducir modelos importados de otros continentes; exitosos para singapurenses, escoceses, suizos, finlandeses, etc., quienes son egresados de sistemas educativos muy diferentes al nuestro y hasta contrarios a la mentalidad latinoamericana.
¿Por qué irnos a buscar soluciones fuera de nuestro continente? Estas soluciones están a nuestra disposición en países vecinos como: el SENA (Servicio Nacional de Adiestramiento) de Colombia y el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), en Costa Rica. Estos buenos vecinos, en múltiples ocasiones, nos han manifestado su deseo de compartir con nosotros su modelo de enseñanza para oficios, formación vocacional y técnica.
Un respaldo con presupuesto y una administración profesional, es lo que las instituciones tipo Inadeh, institutos profesionales y técnicos y otras escuelas vocacionales del país necesitan. Son estas instituciones las que en el pasado formaron los buenos trabajadores, que llevaron a nuestro país al privilegiado sitial donde se encuentra.
Nos hemos enterado de que se pretende introducir un “nuevo modelo”, importado de otras latitudes, lo que significaría darle el golpe de gracia que acabaría con las instituciones técnicas tradicionales que están esparcidas actualmente por todo el territorio nacional. Estas instituciones, aunque imperfectas, con el apoyo económico necesario sostenido y una administración profesional independiente (alejada de la política), pueden ser las instituciones formadoras de los nuevos oficios y empleos técnicos, que requieren ahora las diversas ramas de nuestra economía, en áreas como el turismo, el agro, la construcción, logística, la industria y otras.
Nuestro sistema educativo está concebido para que los egresados de los institutos profesionales y técnicos (IPT), terminen con un bachillerato y las competencias básicas de un determinado oficio, que les permite una inmediata inserción laboral, con posibilidades de continuar una carrera técnica en centros como Inadeh y el acceso a la educación superior posmedia y universitaria.
No son nuevos modelos, ni grandiosas infraestructuras lo que se necesita. Se requiere dotar de recursos de manera consistente a las instituciones existentes, pero sobre todo ponerlas en manos de una experimentada administración profesional, que sepa manejar juiciosamente el presupuesto, los docentes y adecuar los currículos a las necesidades del momento. Esta administración debería ser sometida a concurso público nacional o internacional.
Estoy segura de que en Panamá tenemos el talento para implementar un sistema que comulgue con nuestra idiosincrasia y que permita la “educación sin costuras”, desde el nivel vocacional, pasando por el nivel técnico hasta llegar al nivel posmedio y universitario. No más improvisaciones con modelos exóticos, el modelo de formación profesional en nuestro país funcionó en el pasado; lamentablemente, este tipo de educación no recibió el apoyo gubernamental acorde con el vertiginoso y cambiante crecimiento de los diversos polos de desarrollo, que surgieron en la República de Panamá en las últimas dos décadas.
¡Ahora nos toca recuperar el tiempo perdido, rescatando nuestras instituciones de formación técnica como Inadeh, IPT, INA Divisa, Artes Mecánicas, entre otras!
La autora es rectora de la Universidad Oteima