Latinoamérica vive hoy la peor crisis de desempleo juvenil de la historia, agravada desde 2016 en el segmento de edad de 16 a 24 años, cuya tasa de desocupación la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima en 19.6% para 2018, la más alta en los últimos 14 años, y que el Foro Económico Mundial describe como un fenómeno que “parece no tocar fondo”.
Panamá no escapa a esta tendencia, sin embargo, algunos esfuerzos público-privados llevados a cabo recientemente arrojan resultados alentadores. Concretamente, el Hotel Escuela.
En nuestro país, el desempleo en esa franja de edad es 15.5% a marzo 2018, 4 puntos inferior al estimado regional de la OIT. Estos jóvenes representan 1 de cada 4 panameños en edad productiva, así como la mitad, tanto de quienes buscan trabajo como de los desocupados, y 3 de cada 4 “ninis” menores de 30 años a nivel nacional. Este segmento solo ha obtenido 1 de cada 8 de los más de medio millón de nuevos empleos generados por la economía en los últimos 10 años.
Con un nivel de deserción en educación premedia y media del 56%, y 95% de los graduandos humildes incursionando prematuramente en un mercado laboral para el cual no están preparados, la formación técnica de rápida inserción laboral ha sido una prioridad, tanto del Gobierno como la empresa privada, por lo que la medición del impacto real y concreto de programas de capacitación dirigidos a jóvenes de escasos recursos, en el sexto país más desigual del mundo, reviste un enorme interés.
En enero 2017 se lanzó el Proyecto Hotel Escuela, como una Alianza Público-Privada entre el Instituto Nacional de Formación Profesional y Capacitación para el Desarrollo Humano (Inadeh), la Asociación de Restaurantes y Afines de Panamá (ARAP) y la Asociación Panameña de Hoteles (Apatel), en cuyo marco y durante tres meses, 250 jóvenes fueron entrenados de manera práctica y en un hotel de la localidad en operaciones básicas de restaurantes y bar, cocina básica, recepción y reserva, servicios de pisos y habitaciones.
Transcurrido año y medio de la culminación de la formación, una evaluación del impacto llevada a cabo de manera independiente por el sector privado, permite albergar un “cauteloso optimismo” respecto a mejores prácticas para abordar la crisis de empleo juvenil, con resultados medibles y auditables, perfectamente escalable a otros sectores, más allá del turismo.
Con una muestra equivalente a la mitad de los participantes, 2 de cada 3 encuestados se mostró satisfecho con el Programa. De igual manera, el estudio indica que el 55% de los egresados está trabajando, una proporción 4.6 veces superior a la participación de los jóvenes de 15 a 24 años en la expansión del empleo en la última década (12%).
Más significativo aún es que 70% de ellos labora en sector hotelero, claro indicio de la pertinencia de los conocimientos aprendidos y competencias adquiridas.
El informe también plantea incógnitas, incluyendo ¿Qué dificultades ha tenido ese 45% de participantes que no ha podido encontrar trabajo? ¿Cómo se les puede ayudar? Así mismo, ¿en qué sectores está trabajando ese 30% que no trabaja en hotelería? ¿Cómo se puede mejorar la capacitación y la intermediación laboral para lograr elevar la inserción laboral de estos jóvenes?
Lo que no se mide no existe y es imposible mejorar. La medición de impacto es parte del proceso de aprendizaje sobre qué funciona y qué no.
Mientras no midamos la relación entre educación y empleo, todos los programas educativos y formativos son “actos de fe”. A su vez, iniciativas con resultados medibles y verificables, deben ser replicadas.
El autor es asesor empresarial