Aplaudo la iniciativa del Ministerio de Salud (Minsa) en elaborar una ley que brinde un marco jurídico a la investigación biomédica en Panamá. El documento acaba de ser aprobado en primer debate en la Asamblea Nacional, después de haber sido ampliamente discutido con múltiples actores de la comunidad académica. Debemos estar vigilantes para que este anteproyecto no sea chapuceramente modificado ni se le agregue algún cambio retrógrado. Como dice Bill Nye, “La ciencia es la clave de nuestro futuro y si tú no crees en la ciencia, entonces nos estás reteniendo a todos hacia atrás”.
El mes pasado se celebraron cuatro fabulosos eventos en nuestro país: “Vaccinology” (Fundación Mérieux), Infectología (Sociedad Panameña de Enfermedades Infecciosas), foro Cilac, y Congreso Nacional de Ciencia y Tecnología (Apanac). La enorme cantidad de trabajos de investigación, de incuestionable valía, demuestra la productividad y calidad de los profesionales nacionales, muchos de los cuales se codean con figuras internacionales de prestigio. Dos semanas en que se respiró ciencia de altísimo nivel.
Los ensayos clínicos son, en la actualidad, actividades rigurosamente reguladas por comités éticos independientes que garantizan la protección de los sujetos participantes. El bienestar de los seres humanos está siempre por encima de los intereses de la ciencia, por más trascendentales que estos sean. Los beneficios esperados deben superar con creces los riesgos potenciales para que se pueda aprobar un protocolo. Los estudios son, además, supervisados por monitores externos que velan por el fiel cumplimiento de los lineamientos autorizados y por instancias reguladoras nacionales (Minsa) e internacionales (FDA de Estados Unidos, EMA de Europa) que evalúan la adecuada ejecución y la confiabilidad de los hallazgos encontrados.
Aquellos nefastos tiempos en que la ciencia utilizaba “conejillos de Indias” para experimentar sin ningún control ético son parte de una historia que jamás debe repetirse. Ahora, no permitir la realización de investigaciones clínicas representa una violación a los derechos humanos de individuos que, ejerciendo su plena autonomía, deciden voluntariamente firmar un consentimiento informado. Un beneficio adicional de los ensayos contemporáneos es que los mismos pueden ser conducidos localmente, como parte de colaboraciones globales. Antes, si uno tenía un familiar con una enfermedad crónica o maligna, tenía que viajar a otro país para ser reclutado en un proyecto que le ofreciera esperanza. Solo la gente económicamente solvente podía soñar con esa opción. En los últimos 15-20 años, cualquier panameño puede enrolarse en investigaciones pioneras, efectuadas también en suelo patrio por profesionales entrenados y motivados.
Sin duda, la investigación biomédica trae consigo una importante transferencia de recursos técnicos y económicos, capacitación científica y ética de nuestros científicos, actualización en los más novedosos avances médicos del mundo industrializado y rápido impacto social de los resultados exitosos obtenidos. Es una situación de ganar y ganar. Decía Louis Pasteur: “La ciencia no sabe de países, porque el conocimiento le pertenece a la humanidad y es la antorcha que ilumina el mundo. La ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente de todo progreso”. Encendamos las luces largas.
El autor es médico