Enseñar historia no es simplemente la transmisión de datos, fechas y acontecimientos. Supone la capacidad de lograr que el alumno aprenda la valoración de los sucesos desde el análisis objetivo, sin ningún sesgo, con el reconocimiento de los grupos humanos o sectores sociales promotores de los acontecimientos, sin dejar de observar el accionar de las individualidades.
La enseñanza de la historia supone la aplicación de teorías y métodos para poder aprender en toda su extensión los fenómenos. Los autores Ciro Cardoso y Héctor Pérez Brignoli, en su obra Los métodos de la historia, plantean acertadamente: “ ...bueno será que se comience a enseñar la historia como un sistema de investigación; como un conjunto de métodos cuya finalidad principal es la de ayudar a los hombres a que, a través del desciframiento de su pasado, comprendan las razones que explican su situación presente y las perspectivas de que deben partir en la elaboración de su futuro”.
Y bien señalaban que una historia-herramienta debe conducir al enriquecimiento de la capacidad comprensiva y de crítica, que suponga una participación activa de todos los que se interesen por ella.
En efecto, la historia es un producto cultural, es decir, de los hombres. Y ellos se motivan por intereses ideológicos, políticos, económicos, culturales y de clase. Esto es importante tenerlo presente. Desafortunadamente, dicen los señalados autores: “Nuestros estudiantes están acostumbrados a una actitud pasiva ante la enseñanza de la historia, que conciben como un conjunto de datos y noticias que se aprenden, a través de la lectura de textos narrativos. La investigación... se reduce a poco más que a acudir a documentos... para, con la ayuda de unas técnicas elementales, alumbrar nuevas informaciones del mismo género e ir aumentando, sin descanso, el caudal de conocimientos de un tipo de historia que Mably denunció... ‘como un amontonamiento inmenso de hechos que se procura colocar por orden de fechas’, y que se caracteriza por su escaso interés y su total inutilidad”.
Hay un rechazo por el estudio de la historia. Concebida por los estudiantes como algo sin sentido, sin interés y tedioso. Cargar el conocimiento histórico –de manera abrumadora e infructuosa– de referencias, datos, fechas y nombres, sin la comprensión de los hechos que se producen, sin el análisis de fuentes, sin el reconocimiento de ciencias que la auxilian, sin el conocimiento de ciertas categoría o conceptos teóricos, sin la aplicación de métodos en razón de los temas que se estudian y sin la influencia de la posición ideológica del que enseña, es contribuir al distanciamiento de la historia. No hay una sola manera de hacer historia, sostiene Alfredo Castillero Calvo.
La didáctica que atiende esto, no descuida el papel fundamental del que enseña, que mucho tiene que ver con la actitud que asume, y que puede no beneficiar el estudio de la historia.
La memorización no es lo fundamental, aun cuando se debe tener una buena retentiva para evocar acontecimientos. Lo trascendente es alcanzar el conocimiento lo más objetivo posible con un trabajo serio y científico.