El Festival Panamá Negro, una de esas maravillas que ocurren en nuestro país, ha tenido el acierto de conceder su Premio de Honor 2019 a uno de los escritores panameños que más estimo, que más releo y que siempre me tiene, línea a línea, al borde de la risa, la nostalgia y del llanto: Ernesto Endara. Y también le envidio.
Le envidio sobre todo los pantalones, los cortos y los largos, los de ida y vuelta, esas autobiografías noveladas que me habría gustado escribir o vivir, pero ya lo hizo él (las dos cosas), y me gusta volverlo a leer para encontrarme con Perusín en los veranos de verdad de la ciudad de Panamá de entonces, jugando guerrilla-bate, chupando un duro o caminando hasta el edificio Chesterfield.
Neco, dueño de la Ciudad Redonda, tiene una prosa de las más libres que conozco. Las palabras lo siguen y el ritmo lo desborda por todos lados, poseído por una sensualidad literaria que hace que hasta en sus cuentos más “blancos”, se cuele siempre una pizca del “rouge” que tan pintona y picaronamente le dan a su narrativa una vigencia felizmente eterna.
Esta distinción que le hace el festival, no hace más que engrandecer la figura ya de por sí bien alta de uno de los autores más importantes de nuestras letras y que los más jóvenes harán bien en leer con detenimiento. No se puede hacer buena literatura en nuestro país si no prestamos atención a los que ya han caminado las letras que pretendemos recorrer.
Qué alegría verlo rodeado de sus amigos que lo quieren, y de sus lectores que lo admiran, recoger este merecidísimo honor que se le concede. Quedan pendientes, desde ya y a esta distancia, unos tragos y unas presas de pescao, como antes. Yo te hago los mandados, tranquilo, con tal de empatarnos y cantar zarzuelas o hablar de los viejos tiempos. Todo, con tal de celebrar la alegría de tus letras.
El autor es escritor