La Convención de los Derechos del Niño hace un llamado de atención a todos los países que han ratificado este documento, para que se aseguren de que todos ellos reciban un trato especial en su condición física, mental y social, por pertenecer a uno de los grupos en mayor estado de vulnerabilidad.
El Convenio 182 de la Organización Internacional del Trabajo señala que la labor doméstica es una de las cinco peores formas de trabajo infantil, y muchos lo comparan como una “esclavitud moderna”. Por ejemplo, vemos a niñas que acompañan a sus madres mientras estas realizan las tareas domésticas en casas de familias, o a niños que desempeñan trabajos pesados que ponen en peligro sus vidas. Todo esto los priva de educación, recreación, salud y otras necesidades básicas, propias de su edad.
Algunos son víctimas de abuso sexual y esto produce severos daños en lo emocional y en las relaciones sociales; las víctimas sufren alteraciones en el sueño, se les dificulta entender con claridad si viven una pesadilla o se trata de la realidad; tienen pensamientos suicidas; se lesionan con objetos peligrosos; desean dormirse rápido para no pensar; se levantan a cualquier hora de la noche, asustados; dicen que prefieren vivir solos en otro planeta, y nada los hace sentir bien.
También he visto a niñas de seis años de edad que se dirigen a sus compañeras con frases de alto contenido violento; con dificultad para seguir las normas de convivencia y que retan los procesos de institucionalización.
Al no contar con una vivienda propia, sus padres o tutores pasan períodos cortos en diferentes casas de familiares, amigos o vecinos, en muchos casos sometiendo a los hijos a estar hasta tres años fuera del sistema educativo. Así encontramos a niños de 10 años de edad que cursan el primer grado de primaria.
Ciertos tutores o padres entregan a sus niños a familiares o desconocidos por carecer de herramientas mínimas para el cuidado y protección. Cuando desaparecen objetos de valor, algunas personas centran la mirada en aquellos niños, torturándolos con métodos crueles y humillantes que dejan cicatrices profundas en su cuerpo y mente.
Por otra parte, a través de las redes sociales muchos adultos, alrededor del mundo, contactan a los menores y los ubican mediante sus direcciones personales, por la información que han suministrado, y aprovechan la oportunidad para ofrecerles “trabajos que otorgan beneficios económicos”, utilizando algunas imágenes para la pornografía infantil.
En las calles, otros menores reciben ofertas ilícitas que atentan contra su proyecto de vida e integración a la vida familiar y comunitaria.
El Código de la Familia, en su artículo 498, señala que lo aquí expuesto ubica a esa población en situación de riesgo social. Esto significa que es necesario establecer entornos protectores que restituyan los derechos de los niños y adolescentes carentes de atención integral.
