En entrevista realizada al diputado Gabriel Soto, el pasado domingo 19 de marzo, se le preguntó: “El 75% de los niños nace en familias no tradicionales. ¿Cómo deben ellos recibir educación sexual?”. Esto me llevó a reflexionar y aclarar sobre lo siguiente: El diputado Crispiano Adames en la exposición de motivos del proyecto de ley 61, “Por la cual se adoptan políticas públicas de educación integral, atención y promoción de la salud”, establece que “datos proporcionados por la Contraloría General de la República nos permiten estimar que más del 75% de los niños y niñas que nacen anualmente en Panamá lo hacen fuera de una unión estable”.
Esto ha hecho que mucha gente repita dicha premisa desconociendo la interpretación cuantitativa y más bien haciendo una interpretación cualitativa de los datos. Supongo, se dice para fundamentar que la mayoría de las familias en Panamá son inestables y, por ende, no juegan ninguna función en la educación de los niños. Es necesario aclarar la interpretación de los datos. Según el último censo de Contraloría (2010) de los 67 mil 955 nacimientos: 46 mil 613 se dieron en mujeres, cuyo estado conyugal es unida; luego 11 mil 389 nacimientos se dan en hogares en los que la mujer está casada; luego las estadísticas arrojan que 9 mil 740 nacimientos se dieron en hogares, cuyo estado civil de la mujer es soltera, y un mínimo porcentaje donde la mujer es viuda. En conclusión, el porcentaje correspondiente a los nacimientos que se dan en hogares nucleares (mamá–papá), sumando uniones de hecho y matrimonios civiles, arroja aproximadamente que un 80% de los nacimientos se dan en hogares nucleares.
Estas cifras se corroboran con lo que arroja el Informe de Desarrollo Humano del PNUD (2014) en su página 37 en la gráfica presentada, que muestra cómo están conformados los hogares y estructuras familiares en las que viven los niños y niñas hasta seis años: el 45% en una familia nuclear y 38.7% en una familia nuclear extensa; al sumar dichas cifras, muestran que un 83% de los nacimientos se dan en hogares nucleares.
Decir que “el 75% de los niños y niñas que nacen anualmente en Panamá lo hace fuera de una unión estable” es interpretar la estabilidad de la familia en base al estado conyugal de la mujer, algo que es un grave error. La funcionabilidad de la familia no depende de su estructura, y eso es un hecho social que no se puede pasar por alto.
En cuanto al problema del embarazo en la adolescencia se debe a múltiples factores, además de la falta de educación. Otros factores de vulnerabilidad son: la deserción escolar, la violencia doméstica, la decadencia de la sociedad, el pandillerismo, drogas, la inexistencia de penas ejemplares para aquellos que tienen relaciones sexuales con menores de edad. Además, los datos arrojan que las estadísticas de embarazos en adolescentes se disparan en áreas como la comarca Emberá y Bocas del Toro, poblaciones que requieren urgentemente atención especial.
Por otro lado, decir que no hay una ley de educación sexual en Panamá también es falso. Tenemos la Ley 60 del 30 de noviembre de 2016, sobre la menor embarazada, que reforma la Ley 29 de 2002 (esta atiende de forma directa y especial esta problemática); la Ley 4 del 29 de enero de 1999; el artículo 610, 671 y 703 Código de la Familia; y la Ley 82 de 2013 que tipifica el feminicidio.
Todas estas normas establecen de forma manifiesta la obligación del Estado en impartir educación sexual. ¿Cuál es, entonces, la innovación legislativa que nos brinda el proyecto 61 que no tengamos actualmente en nuestra legislación? Ese es el debate en el que nos debemos centrar.
Hay que romper paradigmas para prevenir el embarazo en la adolescencia. Sí, es un problema grave, pero si no buscamos cambios conductuales en la población joven, si no ponemos un alto a la constante banalización de la sexualidad, y no entendemos sobre la importancia de la función social de la familia, no encontraremos resultados positivos por muchas leyes que sigamos haciendo o por muchos condones que se repartan.
El analfabetismo afectivo tiene un impacto social muy grande y eso también se debe a la falta de una buena educación en todos los estratos sociales. Es donde uno se percata que las patologías familiares (faltas de atención o apoyo a la familia) dejan una deuda social muy grande. Espero que de llegar a un consenso sobre la educación sexual y reproductiva en Panamá, se dé una clara interpretación de estadísticas y se pueda corregir la información sobre el rol de la familia, no olvidemos que la familia es sinónimo de humanidad, de socialización y hay que darle su lugar e importancia como la primera red de protección de la niñez y adolescencia en Panamá.
