Si observamos con detenimiento, los accidentes de tránsito que están ocurriendo en Panamá son cada vez peores. Esto no se debe a que las personas están viendo más películas de acción automovilística, hay más y mejores autos (más rápidos), ni por el advenimiento de las redes sociales, etc. También van en aumento las peleas callejeras y los tipos de infracciones. ¿Por qué? Porque la calidad de vida del panameño se ha ido al traste producto de la farsa de progreso que fingió la pasada administración, y la omisión de las autoridades actuales. Si Panamá fuera un país con mayor y mejor conciencia individual y social, yo le diría que las autoridades no serían tan necesarias en el tránsito (o en cualquier otro tema de básica cotidianidad), pero al punto en que estamos, su omisión, más que un delito, raya en pecado. Algo similar pasa con la justicia y la parafernalia que se trajeron ahora con esto del sistema penal acusatorio. Con lo de “modernizar la justicia” en Panamá, acabar con la mora y demás fanfarria, ahora los delincuentes quiebran a la justicia. Y delincuentes de cualquier nivel, tanto altos como bajos. Si no fuera así, ¿por qué la procuradora de la Nación saldría pidiendo auxilio a la sociedad ciega, sorda, muda que tenemos?
Pero si usted habla con las autoridades le dirán que todo es ficción. Le dirán, por ejemplo, que los centros comerciales y restaurantes están “volando”, que las calles no tienen huecos, que los asesinatos y asaltos son mera percepción, etc. Hace poco leí en una noticia que “la economía seguía creciendo”… debe ser que creció demasiado y está en el cielo porque nadie la ve. Este tipo de irrealidades van tan de la mano con la falta de autoridad que, en honor a la verdad, todo cuadra. Tenemos un país que parece tierra de nadie, en casi anarquía. Un país en el que las autoridades parecen estar en Bosnia, o en cualquier otro lado muy lejos y distante de Panamá. Mientras, la impunidad, la mala distribución de riquezas, el tránsito, el costo de la vida, la educación, la salud, los escándalos y todos los problemas sociales se agravan en proporción directa a la omisión de nuestras autoridades. ¿Pero, en honor a la verdad, a qué le recuerda esto? A todos los gobiernos que hemos tenido.
Ahora bien, si el país está a la deriva, las autoridades en fuga, el pueblo cada vez peor, y el gobierno a punto de caer, ¿por qué no termina de caer? La única explicación lógica para mantenerlos recursivamente “casi cayendo pero sin caer”, administración tras administración, cíclicamente por los siglos de los siglos amén… está en el trasfondo. Debe haber algo que los sostiene e intercambia cada cinco años como si fueran figuritas en el álbum de la democracia. O dicho de otro modo: El poder detrás del poder. O como se les ha llamado recientemente: Donantes, colaboradores, etc. Tal vez el mismo poder al cual se refería la procuradora. El poder que usted ni yo vemos, pero que intercambia a ciertos candidatos como si fueran figuritas en las papeletas de votación.
El autor es ingeniero en sistemas