El 15 de septiembre de 2004, un año antes de su desaparición física, Herasto Reyes nos regaló un artículo que resulta una joya de la comunicación social, al que tituló Mi Periodismo. Se trata de la raíz de su vocación profesional nacida en el niño de campo, en el habitante empobrecido de aquella casa de quincha, como él lo definió, sin radio ni televisión, con solo acceso a algún viejo periódico de letras gastadas por los campesinos del lugar que se lo pasaban de uno en uno para enterarse. Allí confesó sus primeros amoríos con el periodismo.
Herasto, un hombre que hizo de su profesión más entrega que vocación, se nos fue un 27 de octubre de 2005, recién cumplidos 54 años, ese día en que se conmemoraba el Día del estudiante, como colofón a la fundación de la Federación de Estudiantes de Panamá, creada tan solo unos años antes de su nacimiento.
Cómo no rescatar esa muestra de objetividad con que definía las cosas. Aquella lógica real que en no pocas ocasiones, chocaba con quienes contrario a él encontramos en el régimen militar el rescate al derecho perdido de las clases populares, y el surgimiento de una clase media a la vida profesional y económica del país.
Y es que por él pasaban ideas como esta: “Durante esos años vino el golpe de Estado, los militares usurparon los destinos del país y desplazaron a una oligarquía que mal gobernaba la República…¨.
Hoy, con toda esta situación parecida a la vivida en el periodo que antecedió al golpe militar del 68, con los escándalos de la crisis generada en la Asamblea de diputados, el Ejecutivo, el Ministerio Público, administración de justicia, y qué no decir de la galopante corrupción de ayer, de hoy, los Panamá Papers, Odebrecht, se siente la ausencia irreemplazable de esa institución a la que él le dio realce: la unidad investigativa, con un trabajo y dedicación que sin dudas proporcionaba luces para encontrar el camino hacia las soluciones.
Tras 12 años de su desaparición La Prensa y el periodismo en su conjunto tienen un enorme y desafiante reto; acertar y ubicar a un ausente discípulo de mi amigo Herasto.
El autor es abogado