En semanas recientes, los casi 200 habitantes de la isla Pedro González, en el archipiélago de Las Perlas, celebraron la llegada de la luz con una gran fiesta comunitaria. Hubo discursos, calor, comida, baile, alegría.
Las comunidades insulares y aisladas tienen retos únicos porque están –literalmente– desconectadas del resto de la población y de la red de servicios públicos. Por eso, cuando la luz (o el agua o el internet) llega a una comunidad remota, hay causa de sobra para el jolgorio.
Para que llegue el servicio a un pueblo en un país con tantas prioridades de desarrollo como Panamá, la comunidad tiene que ser insistente y efectiva. Lamentablemente, pocas veces la insistencia o la efectividad de los pobladores logran resultados, ya que, por estar literalmente desconectados, estos pueblos no son tan visibles como otros de más fácil acceso y con mayor población.
En el caso de la llegada de la luz a la isla Pedro González, lo más inesperado no fue que llegara, sino que viniera con todo lo necesario para su sostenibilidad: con sistemas de distribución y comercialización, medidores, contratos, mantenimiento, responsabilidad, formalidad.
Por años, lo que tenían los pedrogonzaleros era un pequeño generador de diésel, inestable, con conexiones de cuestionable seguridad y poco confiables a sus casas. Se dañaba, no había piezas, se acababa el combustible, se dependía de las bonanzas de un subsidio de la autoridad local de turno o de donación privada. Y lo más grave: solo funcionaba unas cuantas horas al día… cuando funcionaba.
Pero todo eso quedó atrás hace unas semanas cuando llegó la luz para quedarse en ese lugar gracias a la conjugación de al menos tres fuerzas que dan sostenibilidad a cualquier iniciativa:
1. La comunidad. A pesar de obstáculos y limitaciones, un equipo de pobladores insistió y persistió con las otras dos fuerzas, logrando que, en conjunto con líderes locales, se generaran las consultas, consensos y participación necesaria para dar forma y viabilidad al proyecto, y hacerlo sostenible en el tiempo.
2. El sector privado. El proyecto Pearl Island de turismo ecológico de lujo instaló una planta eléctrica en la isla para su demanda, pero la mera existencia de este recurso de generación no era suficiente para que la comunidad tuviera luz, ya que, por ser un servicio regulado, la energía debe venir de la mano del Estado como ente regulador.
3. El Estado. La Autoridad de los Servicios Públicos, la Oficina de Electrificación Rural, el Municipio y el concesionario comercializador (en este caso ENSA) aportaron componentes esenciales, como asistencia técnica, diseño, normatividad, procesos, institucionalidad, formalidad.
Traer luz al pueblo de Pedro González tomó más de tres años y varios cientos de miles de dólares en costos duros. Sumemos a eso el tiempo y frustraciones de lo que parecía interminable tramitología y procesos durante la ejecución: reuniones comunitarias y con autoridades, inventarios de residencias, encuestas domiciliarias, trazados del sistema de cableado, planos del proyecto, permisos y aprobaciones, diseño y construcción de acometidas, medidores en cada residencia, transporte, instalación y levantado de postes, instalación de cables de conducción, interconexión de la red comunitaria con el tendido del proyecto Pearl Island, pruebas, docencia de los usuarios del sistema, elaboración de contratos y mucho más.
Para hacer este esfuerzo sostenible, este largo rosario de pasos es indispensable. Solo así se crean los sistemas con funcionamiento predecible, con cultura de rendición de cuentas y con procesos de participación ciudadana, transparencia, mantenimiento y mejoras que merecen todos los usuarios, estén donde estén.
Algunos preguntarán si todo esto vale la pena para una comunidad tan pequeña.
Pero la respuesta es obvia si le preguntamos a un poblador de la isla Pedro González, o de cualquier otra comunidad remota que haya sido beneficiada con un servicio público largamente esperado.
Esto es desarrollo sostenible. Esta colaboración con corresponsabilidad entre las fuerzas comunitarias, estatales y privadas toma tiempo y aun más esfuerzo. Pero cuando se trata de servicios públicos, particularmente en áreas remotas o aisladas, es la única fórmula para generar progreso sostenible a nivel local. En el caso de la isla Pedro González, la presencia de la inversión privada fue un factor determinante para lograr el resultado.
Hace unas semanas los pobladores de la isla Pedro González celebraron la llegada de la luz, literal y metafóricamente.
El autor es ejecutiva de asuntos públicos y sostenibilidad