Este siglo Panamá triplicó su economía y creó más de 800 mil empleos. Tenemos el tercer país más competitivo, con el segundo más alto ingreso per cápita y el mayor crecimiento en Latinoamérica, pero la décima peor distribución de la riqueza del mundo.
Los jóvenes de escasos recursos han sido los grandes “marginados del boom”. La inversión estatal en educación y formación laboral entre 2006 y 2015 superó los $10 mil 258 millones (presupuestos anuales de Meduca e Inadeh). Pero los panameños (as) de 15 a 29 años, un tercio de la población en edad productiva y 2 de cada 3 personas que busca trabajo, solo se han beneficiado de 1 de cada 15 nuevos empleos generados por la economía en los últimos 5 años (versus 1 de cada 3 entre 2004 y 2009), 1 de cada 4 de ellos no trabaja ni estudia (Nini), aportan 57% de la población penitenciaria y se ven involucrados en 2 de cada 3 detenciones que hace la Policía Nacional. Más aún, 600 mil panameños, 15% de su población, viven en asentamientos informales.
Con una deserción del 56% en educación premedia y media, y 95% de los graduandos humildes incursionando en el mercado laboral (Banco Mundial, julio 2012), la perspectiva educativa del 98% de los jóvenes del quintil más pobre de la población es de 12 años máximo.
Pero entre 2008 y 2016, el 81% de los nuevos empleos generados en la economía formal exigió 12 o más años de escolaridad, 47% títulos universitarios, y el promedio de instrucción requerido fue 13.5 años, con una media de edad de 45 años (aumentó a 48 para el período 2009-2017). La ausencia de competencias necesarias para integrarse, exitosamente, al mercado formal condena a la enorme mayoría de jóvenes humildes a una vida de inestabilidad, precariedad, informalidad y temporalidad laboral.
Esto ha tenido repercusiones actitudinales y sociales. El 83% de los jóvenes humildes siente que sus perspectivas laborales no han mejorado (Usaid, 2011), y Panamá es el país latinoamericano que percibe la educación como una “pérdida de tiempo” (Banco Mundial, julio 2012).
El índice de victimización, porcentaje de ciudadanos que afirma haber sido víctima de delito en los últimos 12 meses, pasó de 6% en 2008 (Cámara de Comercio/PNUD) a 19% en 2016 (Minseg/INEC), sugiriendo una triplicación de la actividad delictiva (a pesar de la reducción en los homicidios) en los últimos 8 años. De igual manera, el empleo informal aumentó más de 3 puntos en 5 años, de 36.9% (2011) a 40.2% (2016).
Formación técnica de rápida inserción laboral, emprendimiento y encadenamiento productivo en sectores de alto dinamismo económico plantean una clara plataforma para la inclusión de jóvenes humildes. De hecho, la participación de los nuevos emprendimientos en la expansión del empleo pasó de 3% entre 2004 y 2009 a 76% entre 2014 y 2017, incrementando 25 veces su protagonismo como generador de empleo en la última década.
Nuestra capacidad para implementar soluciones de formación e inclusión productiva para ese 98% de los jóvenes humildes que no estudia más allá del bachillerato determinará nuestra habilidad para convertir crecimiento económico en bienestar social.
El autor es asesor empresarial
