Según un estudio de Naciones Unidas, en el año 2006, el 10% más rico tuvo el 85% del total de las riquezas del mundo y la mitad de la población mundial tiene solo el 1% del capital mundial. Estas inequidades socioeconómicas están muy ligadas a inequidades en salud, precisamente porque las dimensiones de la pobreza son los determinantes sociales de la salud.
Estas diferencias no solo ocurren entre países, sino dentro del mismo país. Panamá no escapa de esta realidad y vemos, por ejemplo, cómo la esperanza de vida al nacer es 10 años menos en las áreas comarcales, comparadas con las áreas urbanas. La densidad de personal de salud varía significativamente entre estas dos regiones en nuestro país. Por ejemplo, en la ciudad capital, existe un médico por cada 830 habitantes; en la comarca Ngäbe Buglé hay uno por cada 8 mil habitantes.
Muchos piensan que estas inequidades socioeconómicas producen enfermedades a través, precisamente, de las condiciones de vida. Las áreas rezagadas tienen perfil epidemiológico distinto de las áreas urbanas. En las primeras predominan las enfermedades infecciosas y desnutrición, mientras que en las áreas urbanas son los problemas cardiovasculares y metabólicos los que predominan.
Probablemente estos perfiles epidemiológicos son consecuencia del entorno medioambiental en que se vive, por lo tanto, la forma de disminuir esta brecha es mejorando estos factores (vivienda, educación, trabajo, carreteras y medio ambiente). Esto se logra a través de políticas intersectoriales, donde la participación de la comunidad es fundamental.
Esta administración gubernamental, a través de la reactivación del Gabinete Social, ha empezado a impactar sobre estos determinantes en forma articulada. Por ejemplo, se construyen carreteras que unen las escuelas y los centros de salud con las viviendas. Esto mejora el acceso de la gente a educación y salud. El aumento del acceso a agua potable y la construcción de viviendas con piso de cerámica y servicios higiénicos claramente deben mejorar la calidad de vida de la gente y el perfil epidemiológico de estas regiones. El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) nos brinda la hoja de ruta de las estrategias políticas que se deben tomar para disminuir estas inequidades.
Sin duda, estoy seguro de que esta es la ruta para conseguir la equidad que deseamos, pero para esto tenemos, la sociedad, que aceptar que hay gente que necesita más ayuda que otros y debemos dejar la hipocresía, envidia y avaricia. Es la única forma de lograr “sanar” lo que hoy criticamos.