“Yo tenía claro que debía forjarme metas y si muchos jóvenes tuvieron éxito en sus iniciativas, ahora era mi turno”. Así se expresaba mi joven amigo Leonel Lomba, que sabiamente me dejó patidifuso con sus declaraciones durante un convivio que reunió a varios jóvenes emprendedores.
Me considero un estudioso de temas sobre historia, economía y política, pero esa alimentación de temas no colma mi apetito, porque soy de la opinión de que no todo está dicho o escrito.
Sea como sea, Leonel me comunicaba algo de sus inicios que no fueron tan fáciles .
Cuando empezó a trabajar odiaba el soportar horarios absurdos que le consumían mucho tiempo y esfuerzo y no recibía ningún tipo de reconocimiento.
“Mis decisiones futuras no nacieron al azar, porque lograba consultar a experimentados y exitosos amigos de mi familia. Siempre tenía presente el clásico refrán: mientras más consultas, menos te equivocas”.
¿Leonel inició en solitario sus negocios? “Al principio tuve algo de apoyo de mi familia, pero las tuve difíciles y alguien me sugirió que buscara otras opciones, y una de ellas era formar alianzas estratégicas”.
Ya es conocido que la juventud tiene la fortaleza y los viejos la sabiduría.
Muchas son las aspiraciones y los sueños, pero hay que tener el olfato desarrollado para percibir lo que una esperanza puede transformar en una exitosa realidad.
Es una generación que busca apoyo moral y financiero, que observa los malos ejemplos de malas compañías y el intenso galope de la corrupción, que amenaza con robarles el futuro.
Ahí están los jóvenes en los cuales nuestro país finca sólidas esperanzas.
Con esas actitudes se merecen el reconocimiento de todos los sectores de nuestra sociedad.
Nuestro Panamá tiene un próspero futuro con las pujantes iniciativas de jóvenes emprendedores que de ninguna manera van a dejar pasar las oportunidades.
El autor es periodista
