¿Qué clase de justicia pacta con la delincuencia? Una que no sirve. Aún tengo fresco en la memoria el día en que empezaron a vendernos la idea del “sistema penal acusatorio” como la herramienta más moderna de la justicia internacional, que evitaría la mora judicial porque “justicia lenta no es justicia”, bla, bla, bla. Pero, ¿Justicia amiga, acaso lo es? Para el maleante sí, parece. Para el ciudadano honesto, la “justicia amiga” es la peor extensión a su victimización.
Lo más atroz de esta forma de justicia son los dichosos “acuerdos”.
Si usted me dice que para juzgar a una red delincuencial nacional o internacionalmente son necesarios los acuerdos, yo le preguntaría: ¿Qué tipo de acuerdo? Sin embargo, en Panamá, la justicia viene pactando con cualquier tipo de delincuente, por acción, omisión o negligencia. ¿Acaso esa es la herramienta que, prometieron, modernizaría la justicia panameña? Aquella que pone a firmar los días 15 y 30 a personas “condenadas” por delitos comunes. Que da país por cárcel a delincuentes extranjeros que no quieren salir de Panamá. ¿Tiene eso sentido?
Si bien ya todos sabíamos que con el sistema anterior la justicia en Panamá se redefinía como un “asunto de poder adquisitivo” (los ricos y poderosos jamás pisaban cárcel), con este nuevo sistema todo está peor. Tal parece que, y si acaso llegan a la culpabilidad del sindicado, le terminan dando una medida cautelar muy blanda y en ocasiones hasta inversamente proporcional al delito que cometió. Se dice que por los dichosos “acuerdos”.
Pero pregunto yo, si aún vale eso de que “no se puede ser juez y parte al mismo tiempo. ¿Acaso el maleante, al pactar con la justicia, no se hace juez de la parte por la cual se le juzga también? Porque los acuerdos permiten que los maleantes apalanquen la justicia con la que, valga la redundancia, se les está juzgando. Fuera de todo tecnicismo y malabar legal ¿No será esto una contradicción esencial, es decir, que, prácticamente ellos se juzguen y condenen a sí mismos?
Hemos llegado al ridículo legal de que un maleante se roba tres huevos; lo juzgan por uno, porque dos “le cayeron mal”, y luego demanda al tendero al que robó por daños y perjuicios o tentativa de homicidio en segundo grado. Para mí, esto aleja, aún más, la justicia de su fin práctico y de la salvaguarda del inocente o desprotegido. Porque detrás de esta cuestión, que parece más un teatro de marionetas malignas, hay gente muy perjudicada (muertos inclusive), cuyo dolor no puede ser “traspapelado” en el buró de un juez o abogado cualquiera. No son papeles ni estadísticas de rendimiento ni tinta gastada, hablamos de seres humanos seriamente afectados que son aún más atormentados en su intento de pedir justicia, socorro, auxilio.
El pretexto aquí ha sido disfrazar la falta de eficiencia, agilidad y prontitud de las autoridades al hacer su trabajo, con la “sapería” de sujetos del mal vivir.
Dándole mayor validez a la palabra de un delincuente que a la diligencia judicial en el deber ser. Si el sistema anterior era terrible, a este lo han puesto peor. Como el perro malo, que en lugar de tomar tiempo y esfuerzo entrenándolo, lo castran. Entre tanto, yo me pregunto si a esta ley del sistema penal acusatorio antes de introducirla al patio limoso, la estudiaron o adaptaron bien.
Sin embargo, debemos prestar mucha atención a lo que viene ocurriendo, con este modelo de justicia blandengue. Porque, si bien lo único que querían era coimear más y mejor, lo que van a lograr es que el panameño (pacífico de naturaleza) empiece a tomarse la justicia por sus manos.
El autor es ingeniero en sistemas.