A mi juicio, sesgos personales aparte, este gobierno ha sido uno de los más parsimoniosos, ineficientes y rencorosos de los últimos 30 años. La aplastante derrota electoral del panameñismo confirma esta percepción. Sería injusto, sin embargo, colocar a todos los funcionarios dentro del mismo paquete, porque en todas las administraciones hay gente valiosa cuya labor merece ser resaltada, sin egoísmo. Jorge Motta, Roberto Roy, Isabel de Saint Malo, Michelle Muschett y Miguel Mayo han dirigido sus instancias gubernamentales de manera notable.
En el sector salud hubo un enorme contraste gerencial entre Minsa y CSS. En la esfera ministerial, destaco las actividades de vacunación, vigilancia epidemiológica, control de brotes, eliminación de vectores, ley de investigación clínica, agilización del registro sanitario, apoyo a la lactancia materna, carné perinatal digital, censo nacional de morbilidad no transmisible y campaña contra el suicidio, por ejemplo. Entre los principales temas pendientes, que dejan profundos sinsabores, figuran la inaceptable demora en la construcción del Hospital del Niño y de la Facultad de Medicina. Estas impostergables obras públicas han padecido una desesperante ralentización burocrática, diametralmente diferente a la inusitada rapidez para financiar faenas religiosas.
La CSS, por el contrario, ha experimentado un vergonzoso retroceso administrativo. Pese a tempranas recomendaciones para abordar el futuro de las finanzas del programa de IVM, el gobierno se movió con sordera y mutismo en esta grave problemática. La institución fue entregada en 2014 con índices de abastecimiento de medicamentos cercanos al 98%, reducción considerable en filas para consecución de citas, múltiples programas automatizados de gestión y una plétora de obras listas para edificación, pero todo fue injustamente paralizado por incapacidad profesional y revanchismo político. La entidad jamás había estado tan mal comandada. Los gruesos errores del director Girón no han podido ser solventados adecuadamente, pese a las buenas intenciones del Dr. García Valarini en retomar el camino perdido. El mayor de los desaciertos fue detener la construcción de la Ciudad Hospitalaria. La ruin actitud de cambiar el nombre para no reconocer los méritos precedentes, sin siquiera concluir la obra en cinco años, no solo raya en mediocridad, sino en delito. De una cifra aproximada de 500 millones de dólares se ha pasado a casi el doble en el coste económico, una lesión patrimonial que amerita ser investigada y sancionada.
Salud y educación son dos pilares sociales fundamentales que toda nación debe ejecutar con seriedad y eficacia. El Gabinete entrante, además de consolidar los logros ministeriales mencionados, requerirá enfocarse agresivamente en la salvación del programa de jubilaciones y pensiones, en la terminación de las infraestructuras aplazadas, en los programas de salud sexual y reproductiva (las ETS siguen en aumento y los embarazos en adolescentes en porcentajes inaceptables), en la unificación del modelo de atención y en la implementación de una autoridad nacional de medicamentos (tipo FDA) que garantice el suministro y calidad de los productos biológicos a nivel público o privado. La salud pública debe basarse en las necesidades de la población, no en los intereses del mercado. Si se aparta de la política tradicional, Cortizo podría marcar una época. Panamá lo merece.
El autor es médico