Casi coincidiendo en el tiempo, mientras en Helsinki, capital de Finlandia, tenía lugar la cumbre Trump-Putin, en Sudáfrica se conmemoraba el centenario del nacimiento de Nelson Mandela, Madiba, sin duda, una de las grandes figuras de la historia de la humanidad.
Para el discurso de honor se escogió, no pudo ser mejor la selección, a Barack Obama, el cuadragésimo cuarto presidente de Estados Unidos y el primer afroamericano elevado a ese cargo por el voto popular.
En la historia relativamente reciente de la nación norteamericana destacan dos figuras que, según un juicio casi que universalmente compartido, no encajaban en el presente político en el que les tocó ejercer la primera magistratura: Jimmy Carter y Barak Obama. Carter trató en vano de darle un contenido humano a la política exterior de su país y pagó con una aplastante derrota su intento de reelegirse en el cargo; Obama, aunque logró un segundo mandato exacerbó, a un grado superlativo, los rencores de los sectores más conservadores de su país que, abanderados por Donald Trump, en control del poder político, se han propuesto desmantelar todo vestigio de las políticas sociales y humanitarias propugnadas por Obama.
En Estados Unidos es tradicional que los expresidentes se marginen de la vida política y, en consecuencia, se abstengan de juzgar las conductas de sus sucesores. Obama se ha mantenido dentro de esos parámetros; pero el centenario de Mandela, aunque sin utilizarlo para criticar intencionada y abiertamente a Trump, por fuerza de las circunstancias, al hacer referencias al ideario de esa figura inconmensurable, ha puesto de relieve ideas y conceptos que marcan distancia con la ideología y las acciones del actual inquilino de la Casa Blanca.
Cito el párrafo final de su discurso que traduzco libremente: “En el centenario de Madiba nos encontramos en una encrucijada. Un momento en el tiempo en el que dos muy diferentes visiones del futuro de la humanidad compiten por el corazón y las mentes de los ciudadanos del mundo”.
Esas frases no pudieron ser más certeras. Las visiones políticas y sobre todo humanas de Mandela y Obama son polos opuestos a las de Trump y Putin. Ante la encrucijada que representan, las generaciones actuales, en todos los países, tendrán que escoger. De su decisión, más que su momentáneo bienestar, dependerá la suerte de las presentes y, también, de las futuras.
El autor es exviceministro de R. E.