El 9 de enero de 1964, ante el crimen masivo perpetrado por militares estadounidenses en contra de hombres y mujeres panameños, Colón hizo su aporte trascendental y significativo en la lucha por la plena soberanía en todo el territorio nacional.
El holocausto de aquella fecha registra con tinta indeleble en Colón, 141 heridos y 3 muertos: Celestino Villarreta (sargento de la Guardia Nacional de 43 años), Maritza Alabarca (seis meses) y Renato Lara (estudiante de 18 años), cuyas vidas fueron ofrendadas por la patria.
Los mártires colonenses fueron enterrados en el cementerio de Puerto Pilón y exhumados sus restos, aproximadamente, 20 años después para reposar en una estructura de cemento, es decir, en un mausoleo construido en la década del 80 del siglo pasado e inaugurado en 1985, por instrucciones directas de las Fuerzas de Defensa de Panamá, propiamente del mayor de la entonces segunda zona militar (Colón), Luis Carlos Samudio.
El Mausoleo de los Mártires colonenses ubicado en calle 16, en un área anteriormente cercana a terrenos en poder de Estados Unidos, es uno de los más representativos signos de reconocimiento a esos valerosos seres que no escatimaron esfuerzos en la lucha por un territorio integrado con una sola bandera.
A ese mausoleo, todos los años, la comunidad de Colón acude a recordar y rendir tributo a esos héroes. No obstante, con suma extrañeza, recibimos con desesperanza, dolor y mucha preocupación el anuncio, a través de las redes sociales, de las gestiones que hace el alcalde del distrito de Colón, Federico Policani, para la reubicación del Mausoleo de los Mártires.
Y es que pareciera que en el fondo el mausoleo estorba a los intereses de los grupos económicos que, con la pretensión de aprovechar todos los espacios, han ideado usufructuar cuanto esté a su alcance. No hay mejor lugar para los mártires colonenses que el de la entrada de la ciudad. Sin la acción patriótica de ellos, no hubiera área revertida.
No es correcto quitarlos de la vista y de pronto relegarlos, quien sabe a qué rincón, con el fin de esconderlos. Pero si eso se hace, estaríamos dándole un golpe a la histórica lucha nacionalista y a los hombres y mujeres que se sacrificaron por Panamá. Digamos que la historia nacional no registra el nombre de ningún rico muerto en favor del país. Pero no es posible que, con el afán de corresponder a los sectores económicos, se pretenda obnubilar la aportación del pueblo a la liberación nacional.
