No lo creo. Varios directores de la CSS lo intentaron y fueron ellos quienes resultaron despedidos o calumniados por los gremios médicos. Algunos gremialistas, de hecho, tienen fama de ser bastante vagos en sus asignaciones laborales. Los irresponsables, no pocos, culpan a los hospitales y a los centros sanitarios por no adecuar sus actividades administrativas ni tener los insumos necesarios. Excusa barata. Cualquier trabajador honesto debería pensar primero en lo que puede hacer por su institución, pero en Panamá es al revés. Llevamos años con idéntica cantaleta.
Mi padre, quien ejerció la medicina de 1953 a 1982 en el Hospital Nicolás A. Solano, se quejaba constantemente de muchos galenos, principalmente cirujanos, que llegaban tarde y se esfumaban temprano, pese a que la jornada era de ocho horas. Las reuniones nunca comenzaban en punto, porque solo asistían unos cuantos, habitualmente los mismos. Al denunciarlos, se ganaba el mote de “mal compañero” y al ser español, el de extranjero rompe grupo.
Nada mejor que la autocrítica para resolver problemas. Aún en el Hospital del Niño, quizás el nosocomio público donde los funcionarios exhiben mayor mística de trabajo e identificación institucional, hay médicos que incumplen sus obligaciones cotidianas. En otras instalaciones estatales la trasgresión debe ser grave. Recuerdo claramente cuando hice mi residencia de pediatría en el CHM en el período 1983-1986. Había como 40 ginecólogos y, las pocas veces que todos venían a trabajar, se tropezaban entre sí. En otras especialidades, la anarquía era parecida. Mientras los internos y residentes se fajaban con los pacientes, los superiores leían el periódico y contaban chistes. Seamos honestos, morosidades quirúrgicas, dilaciones en procedimientos electivos, atrasos en citas ambulatorias y prolongaciones en estancias hospitalarias se deben, en gran medida, a las ausencias, tardanzas e improductividades médicas. En los tiempos actuales, donde ya se pagan los turnos vespertinos y de fines de semana, las evaluaciones expeditas de los enfermos no se han incrementado apreciablemente. Basta comparar la demora en atención, abordaje diagnóstico y manejo terapéutico o quirúrgico de los pacientes tratados en el sector público versus privado para percatarse del enorme contraste. La cancelación de procedimientos y cirugías por banalidades ocurre frecuentemente. Si agregamos la cordialidad que debe dispensar el médico a todo usuario, la asimetría es aún más notoria. La externalización de la mora quirúrgica al ámbito privado es un acto populista, costoso y transitoriamente paliativo.
¿Hay solución? Por supuesto, pero es más compleja que despedir al holgazán. Si un director no es capaz de honrar sus palabras con acciones, mejor no pronunciarlas. Para que los subalternos respeten las reglas, las jefaturas deben designarse por mérito y trayectoria, nunca por amiguismo o influencia partidista. Las exigencias deben responder a metas específicas diarias. Más importante que marcar tarjetas de asistencia es velar porque no quede trabajo o tarea pendiente para el día siguiente. Todas estas destrezas son indispensables para asegurar una medicina actualizada y de calidad. Debe crearse la figura del médico institucional, de dedicación exclusiva, bien remunerada, para lograr que el profesional se concentre en el quehacer laboral, disfrute su noble vocación, se identifique plenamente con su misión sanitaria y contribuya al avance del conocimiento académico. Si conoce la historia de las enfermedades y el impacto de las intervenciones que aplica, mediante el análisis de los expedientes, le será más fácil mejorar los estándares de calidad y competir por la consecución de proyectos científicos o convenios de colaboración internacional.
Creo firmemente en la disciplina laboral. Impuntualidad y vagabundería no son solo nefastos ejemplos para a las nuevas generaciones, sino flagrantes violaciones a nuestro juramento de servir y ayudar al prójimo en su sufrimiento. Debemos aprovechar la inusitada advertencia para que en todas las entidades sanitarias se depure el sistema de gente sin dedicación y compromiso. Aquél que se le encuentre en la consulta o pasando visita en los pasillos de un nosocomio privado, en momentos en que debe estar en la entidad pública, ha de ser despedido, sin contemplación. A nadie se le niega la atención de una situación de urgencia en otro hospital, salir a reuniones imprescindibles o asistir a congresos, pero no se debe aprovechar esa complacencia para abandonar el puesto sin avisar ni dejar un reemplazo. Volviendo a mi escepticismo inicial, insto a las autoridades a liderar esta situación con seriedad y contundencia, dejando diplomacia, propaganda, fotografía y aspiración política para menesteres ajenos al sector salud. Nuestra credibilidad camina por la cuerda floja desde hace tiempo. No decepcionemos más a la población. @xsaezll