La próxima vez que alguien te diga o te haga sentir que vales menos porque provienes de un barrio (gueto) o no tienes la piel tan clara, estudiaste poco o no hablas o actúas con “clase”… si eres honesto y decente no te sientas mal. Vives en un gueto no necesariamente porque seas subnormal, bruto u obligatoriamente maleante. Podrás vivir en una casa de quincha, dentro de una comunidad rural, con letrina, a la que se llega por un camino de tierra, pero no vives en una mansión comprada con dinero robado. Quizás tengas que madrugar por un Metro Bus o manejes un auto de segunda que solo sacas en quincena (para ahorrar), porque no tienes para una camioneta de lujo, de las que “cualquiera tiene”, comprada y mantenida engañando y traicionando a muchos, o te las “presta” el Estado para que andes cómodo gracias al sudor y trabajo de todos.
Cuando quieran insultarte por hacer una fila y comprar un jamón barato, respóndeles que no madrugas haciéndola para comerte una dona o porque los almacenes bajaron de precio y por eso te arrastras en un almacén arrebatándole ofertas al piso. Tu familia no come gourmet, pero sabe darle sabor al pavo y al jamón... Porque el hambre de ustedes (igual al resto humano) es de alimentos, no de la cosa pública. Y sí, dilo con orgullo, que tú no te robaste el PAN… porque trabajando has generado el propio y el de los tuyos. O si cumpliste pena en prisión, dilo sin vergüenza, que pagaste lo justo y no te dieron casa por cárcel. Tampoco te avergüences de la poca educación que recibiste, porque tuviste que trabajar para comer primero. No, no fuiste al extranjero a sacar títulos rimbombantes, para luego regresar y tragártelos sin asco porque algún corrupto te ordenó que lo hicieras o que miraras para otro lado o erraras a favor de alguien.
Tú eres pobre ¿Y qué?... No explotaste a nadie pagándole una miseria, revendiendo productos a precios exorbitantes, corrompiendo gobiernos para crear monopolios u oligopolios. Como a ciertos seudoempresarios que les da miedo la palabra “competencia”, porque no saben prevalecer en el mercado sin coimas, trampas o tráfico de poder. Tú no donaste en campañas políticas para comprar conciencias ni almas ni para torcer voluntades. Ni mucho menos te vendiste como un objeto más en la colección de algún avaro delincuente de alto perfil. Sí, tal vez hayas votado por la opción equivocada, pero no por eso eres su cómplice ni compañero de fórmula delincuencial. Por qué ocultar a tus amigos y parientes, también pobres, si ellos nombran a los suyos repartiéndose la cosa pública y que “todo quede en familia”.
Cuando te quieran humillar porque eres pobre, recuérdales que sus excesos se sustentan en nuestra tolerancia. Porque preferimos trabajar, mantenerlos de nuestros impuestos y respetar la justicia (aunque corrupta e ineficiente), porque preferimos ser pobres a ser como ellos.
El autor es ingeniero en sistemas