‘Methodenstreit’: Carl Menger ganó el debate



“La política que persiguen las potencias europeas llevará a una guerra espantosa que acabará en revoluciones terribles, con la total aniquilación de la civilización europea y con la destrucción del bienestar de todas las naciones”.

Esta advertencia que en 1910 hiciera Carl Menger, líder de la escuela austriaca de economía, durante el Methodenstreit o debate del método sobre economía política, en el contexto austrogermánico de Europa, fue tomada a la ligera por Bruce Caldwell, quien consideró que el ganador de aquella disputa fue el socialista de cátedra Gustav von Schmoller, máximo representante de la escuela histórica realista, por la fuerte influencia del historicismo y nacionalismo.

Fue una injusta derrota política para la heredera del trabajo de los teólogos morales de la escolástica tardía, porque la praxeología o ciencia universalmente válida de la conducta humana a priori a la experiencia histórica e independientemente de lugar, raza y credo, representaba el método correcto en las ciencias sociales, que venía edificando su rama hasta ese momento mejor desarrollada, la económica, a través de leyes universales.

La racionalidad provocó dos cambios radicales en las ciencias de la acción humana: a la historia le dio el método crítico y también permitió el desarrollo de un cuerpo teórico, que se inició con la escolástica tardía, el subjetivismo cartesiano, la Revolución Gloriosa de 1688 y el experimento del oro que culminó en el patrón oro, para impedir que se repitiera la crisis global del siglo XVII.

Eran instituciones políticas y económicas espontáneas e inclusivas para la colaboración social mediante la división del trabajo, deliberadamente abolidas a través de los conflictos bélicos del siglo XX provocados por las doctrinas de las ideologías de la corporación política, que surgieron en el siglo XIX.

“La postura epistemológica que defendían los historicistas alemanes dejaba al descubierto sus tendencias políticas e ideológicas, más precisamente su tendencia intervencionista: al negar las leyes económicas de validez universal, se dejaba vía libre para toda acción gubernamental, de manera de hacerles creer a los gobernantes que podían actuar sin consecuencias, es decir, procediendo como si no existiera una teoría económica que los detenga, ignorando el problema de la escasez en la economía. Esto conduciría hacia un totalitarismo, cuestión que luego señalaría Karl Popper en La Miseria del Historicismo de 1942, señala en un ensayo sobre el Methodentrist la profesora Adriana del Valle Coro.

El intervencionismo arbitrario que impulsaba von Schmoller sobre los derechos de sus conciudadanos, incluyendo el de propiedad, partía de la creencia de que recogiendo la mayor evidencia histórica se podrían alcanzar leyes universales. Solo alcanzaban leyes históricas, no universales ni atemporales ni una manifestación variable de algo que permanece inmutable esencialmente, pese al transcurso del tiempo.

Sus ideas fueron consideradas correctas también por los institucionalistas en Estados Unidos, los fabianos en Inglaterra y los solidaristas en Francia, además de que aprovechando la amistad que tenía con el responsable del Ministerio Prusiano de Educación, Friedrich Athoff, logró que siguiera sus consejos en todas las materias pertenecientes a las ciencias sociales y a las disciplinas históricas, y señaló la dirección de la investigación académica en universidades de habla alemana durante los siguientes 30 años. Así, los políticos asesorados por los historicistas, nacionalistas, socialistas y fascistas fueron abandonando el patrón oro y aboliendo la praxeología por la creación del dinero fiat de los bancos centrales, la reserva fraccional del dinero privado bancario y el gasto deficitario en que incurren los gobiernos, para financiar las prestaciones sociales y obras de infraestructura de las sociedades, con la total complacencia del sistema legal de cada país que lo implementó.

Las consecuencias han sido desastrosas y bochornosas en el último siglo. De la ilustración y romanticismo del siglo XIX a las guerras mundiales, el ascenso de la guerra fría, la restauración mercantilista en el Estado y las grandes industrias, la proliferación de mercados negros, la aparición del cambio climático “antropogénico” y el bullying en las redes sociales, entre otros.

En Panamá, la praxeología había sido introducida por el preclaro prócer Justo Arosemena en sus Apuntamientos para la Introducción a las Ciencias Morales y Políticas de 1840, al tiempo que reconocía que “este trabajo no puede menos que ser mui imperfecto, puesto que es el primero en su línea; pero será mui importante si acaso despierta la idea de emprender otro mas exacto”.

“Formalmente abolida y prohibida la ciencia económica, se coloca la ciencia del Estado y la administración pública, que se dedica a registrar las disposiciones de la autoridad y a proponer la adopción de otras nuevas, siguiendo con plena consciencia la línea de los mercantilistas e incluso la doctrina canónica del justo precio, arrojando por la borda, como chatarra inútil, todo el trabajo de la economía política”, lamentaba el austriaco Ludwig von Mises en Problemas epistemológicos de economía.

Lamentablemente, cuando Octavio Méndez Pereira, biógrafo de Arosemena, fundó la Universidad de Panamá (UP) en 1935, las ideas científicas habían sido desplazadas por recomendaciones de la corporación política, dejando huérfana a la primera casa de estudios y presa fácil de la oligarquía del país con sus arbitrarios recortes presupuestarios, para llevarse el ficticio crecimiento que genera el gasto deficitario en que incurre el gobierno en ausencia del patrón oro, y del nefasto marxismo cultural que le hace frente a lo interno, politizándola e impidiendo que nuevas ideas vengan a su rescate.

Ahora, la corporación política dicta que vamos hacia el Hub de las Américas, permitiendo emisiones de bonos por mil 500 millones de dólares al Aeropuerto Internacional de Tocumen para su expansión, pero pasando el endeudamiento al pueblo y a las futuras generaciones por razones de “compromiso de Estado”.

El autor es docente universitario

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