Cada vez que se cumple un aniversario más de la masacre que sufrimos todos los panameños el 20 de diciembre de 1989, entro en meditación profunda de que hubo varios caminos que pudieron evitar que se impusiera lo absurdo, a la terquedad manifiesta e irresponsable en la conducción errada que mantenía Manuel A. Noriega del Estado, en una confrontación ajena a todo buen razonamiento.
Noriega echó al olvido todas las tácticas y estrategias que utilizó el general Omar Torrijos, con las cuales pudimos conseguir por vía diplomática el fin del colonialismo existente que por casi 100 años mantuvo Estados Unidos en la antigua Zonal del Canal.
Lo que obnubiló la mente de Noriega fue el deseo de mantenerse en el poder , al frente de las fuerzas armadas y del Gobierno. Todos debemos recordar que hubo acercamiento de altos personeros del Gobierno estadounidense para buscarle una salida pacífica a aquellos momentos turbulentos en que nos dábamos cuenta de que eran notorias las provocaciones de la soldadesca yanqui que alegaba extraviarse por algunas calles de nuestra ciudad, incluso a la subida del Hospital Gorgas, lo que debió ser analizado inteligentemente, pero en la prepotencia de Noriega él tomaba todas las decisiones y el Estado Mayor le era obediente. Psicológicamente había sembrado en ellos el acatamiento ciego, y so pena que algún disidente se opusiera a su dictado, el castigo sería ejemplarizante e irrevocable.
El error del general Omar Torrijos fue haber tenido muchas contemplaciones con Noriega desde la época en que Torrijos dirigía la zona militar de Colón y Noriega, entonces con el rango de subteniente, cometía muchos escándalos que cada vez eran más notorios. Las medidas disciplinarias que Torrijos le aplicaba eran muy inconsistentes, y Noriega volvía a las mismas. Torrijos lo convirtió en su brazo derecho y de toda su confianza y se dejó anestesiar al entender que este era bien visto por el Departamento de Defensa norteamericano, con el antecedente de que en su juventud había sido informante con agentes de inteligencia. Creo que ello lo llevó a pensar que Estados Unidos no tomaría represalias contra él y en consecuencia contra nuestro país.
Pero se equivocó, porque involucrado como estaba en el narcotráfico tenía su talón de Aquiles. Un día, al probar un mango en Amador, reafirmó en su mente que sería intocable, pero lo cierto es que a Estados Unidos no le interesaba apresarlo, sino acabar con el proyecto de liberación nacional que había dejado Torrijos.
El autor es abogado y periodista