POLÍTICA

El PRD y Venezuela…

El PRD y Venezuela…
El PRD y Venezuela…

En referencia a la situación de Venezuela, la Secretaría de Relaciones Internacionales del PRD ha dado a conocer un comunicado que sorprendentemente borra de un solo tirón graves y notorios acontecimientos que caracterizaron el momento vivido por los panameños hace alrededor de tres décadas y determinaron muchas de las condiciones que en el futuro les tocaría vivir.

El planteamiento del comunicado en mención no dista nada de la argumentación que abanderó el régimen que gobernaba Panamá a fines de la penúltima década del siglo pasado. Solo faltó volver a invocar el tétrico estribillo de “ni un paso atrás”. Si trata de validar una posición con aquellos argumentos, el PRD volverá a equivocarse, como se equivocó en aquel entonces, cuando terminó siendo aparato de sustento de un régimen que había perdido legitimidad política, jurídica y social.

La tesis antiimperialista resulta fácilmente comprensible, si existe coherencia entre hechos históricos y retórica. Pero esto es lo que falta, cuando se observa que, por cruenta que haya sido la intervención militar de una potencia como Estados Unidos en Panamá, no se puede esconder lo concluyente que fue el haber tenido una jefatura militar y política, previamente entregada a ese mismo “imperio”; una jefatura que trabajaba para aquel y que respondía plenamente a sus intereses. La invasión no comenzó la madrugada del 20 de diciembre de 1989. Se inició cuando hubo oficiales de la fuerza pública que decidieron formar parte de la planilla de la poderosa organización de inteligencia norteamericana. La invasión tomó su primera cabeza de playa cuando el hombre fuerte de Panamá se rindió tempranamente y con él, la institución castrense, ante el pago de una potencia extranjera.

Una izquierda consciente de su papel liberador no tiene por qué ser cómplice de vejámenes y delitos de lesa humanidad, como ocurrió en Panamá y como ocurre hoy en Venezuela. Para el PRD resulta imperdonable volver a caer en el grave error de confundir la suerte de un país, con la suerte de unos privilegiados que se rehúsan a dejar la hartura del poder. Una verdadera izquierda no cae en el error de confundir los genuinos intereses nacionales con los intereses de regímenes dispuestos a torcer la democracia con el único objeto de mantener el máximo control. El patriotismo no tiene nada que ver con personajes que se visten de bandera para ocultar el tatuaje de la banda que dirigen.

Ciertamente, hay militantes del PRD que han demostrado un indiscutible amor a la Nación, sentimiento atestiguado hasta el extremo del máximo sacrifico que se puede hacer por la patria. Hay quienes merecen respeto y valoración por el servicio que dieron a sus connacionales aquellos días de caos en diciembre de 1989 y también están los que deben alcanzar memoria nacional porque cayeron en esos aciagos momentos. Esto no está en tela de duda.

Lo que se pone en discusión es que, independientemente de los criterios ideológicos, esas actitudes nunca deben confundirse con el pseudopatriotismo, clientelista, adulador y abyecto que es capaz de degradar a la patria, reduciéndola a la suerte de un personaje que se sirve de ella para saciar su apetito de poder y encima, pretender que eso sea replicable en otros tiempos y escenarios.

Ver y aupar la muerte de estudiantes; ver y provocar una desbandada migratoria de miles y miles de personas; ver y provocar la destrucción de todo el tejido social, desde el blindaje de un poder al que su gestor se mantiene rabiosamente aferrado, no es ser de izquierda. Es ser tan arrogante y malévolo como lo fue un Pinochet, un Galtieri, un Stroessner, un Somoza o un Lucas García.

Ser de izquierda no significa ser troglodita, adicto a una violencia excusada por la ambición de quien detente el poder revestido de carmesí; ni significa expresarse con un lenguaje soez con la intención de intimidar (a quienes, por cierto, ya perdieron el miedo). Hoy día, ser de izquierda, exige tener una clara comprensión de la realidad social y de las expectativas de los ciudadanos; tener la capacidad de administrar recursos públicos para el mayor y mejor beneficio de la gente, tener un compromiso profundo por mejorar la calidad de vida de todas las personas, especialmente, las menos favorecidas y demostrar disposición para aportar vida, avance, bienestar; no muerte, retroceso ni perjuicio a la gente.

La Secretaría de Relaciones Internacionales y todo el PRD deben ser autocríticos, si se precia de ser un partido socialdemócrata y, aunque no lo fuera, por su salud, por su futuro y por el bien del país que pretende administrar, debe ser capaz de aprender de su propia historia, de sus propios errores, para crecer más en calidad, que en número de inscritos.

El autor es sociólogo


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