Panamá es una ciudad de asombro. Para bien y para mal. Asombra saber que fue la primera fundada por los conquistadores españoles en el litoral del Pacífico hace 500 años; sobrecogen las huellas que la han marcado como ruta de tránsito; entristece la irreparable pérdida de su historia arquitectónica y cómo ha ido mutando su maravillosa naturaleza por un amasijo de cemento, cristal y basura. Panamá asombra y duele.
Estos días, sin embargo, el asombro proviene del orgullo y el entusiasmo por proyectos que se hacen realidad contra viento y marea. Estos días Panamá ha visto completar sueños y empezar el caminar de otros.
Uno de esos sueños hecho realidad en su magnífica totalidad es el Biomuseo, esa espectacular y colorida obra con la que el arquitecto canadiense Frank Gehry visibilizara la grandeza de la biodiversidad panameña. Ahora, 20 años después del inicio del sueño de un puñado de hombres y mujeres que se empeñó en hacer realidad lo que parecía imposible, el Biomuseo está completo.
El proceso ha sido largo y azaroso, pero finalmente sus ocho galerías y el Bioparque permiten conocer una historia de asombro: el surgimiento del istmo de Panamá del fondo del mar hace 3 millones de años, y su impacto en el intercambio de especies entre Norte y Sudamérica, así como en la temperatura del planeta y la consecuente evolución de nuestros ancestros en las lejanas tierras africanas. Es la historia natural de Panamá y su huella en el mundo.
Otro sueño que echó a andar estos días es el Museo de la Libertad y los Derechos Humanos, una institución fundamental en estos tiempos de peligrosos retrocesos e imperdonables olvidos históricos. El nuevo museo inició su andadura con la apertura del primero de sus tres pabellones denominado “Igualdad”, que narra la historia del reconocimiento universal de los derechos humanos, los protagonistas del proceso como nuestro Ricardo J. Alfaro, los hitos históricos, los retrocesos, así como la violación a la dignidad humana que sigue ocurriendo en demasiadas partes del mundo.
Inicialmente pensado para contar la historia de las violaciones a las libertades y los derechos durante la dictadura militar y la terrible invasión militar que le puso fin, el museo evolucionó de esa perspectiva local original a una universal, con el ser humano y sus derechos como centro de la historia.
El Museo de la Libertad y los Derechos Humanos seguirá su andadura hasta completar sus otros dos pabellones que tendrán la misión de relatar lo sucedido en el Panamá republicano, así como la terrible historia del holocausto y otros genocidios que han ocurrido y siguen ocurriendo en diversos lugares del planeta, para vergüenza de la humanidad.
Completa el trío de asombro el Museo de la Ciudad, una de las creativas ideas con las que el Municipio capitalino planificó celebrar los 500 años de fundación de la ciudad de Panamá, con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Se trata de una oferta innovadora, que no se limita a un edificio en particular, sino que pretende transformar determinados espacios públicos de la ciudad en salas de exhibición, para potenciar el diálogo y el intercambio, la participación y la construcción de ciudadanía.
Las historias que formarán parte del Museo de la Ciudad estarán simultáneamente en varios lugares de importancia histórica, especialmente en el remozado barrio de La Exposición, como el edificio de los Archivos Nacionales, el Instituto Conmemorativo Gorgas, la Casa Museo del Banco Nacional, las avenidas Ecuador y Central, etc.
La primera de las 10 exhibiciones planificadas aborda el crecimiento desordenado de la ciudad, que dejó de lado planes y regulaciones, para dar paso al caos del que todos somos parte. La muestra incluye los nuevos planes de ordenamiento urbano surgidos desde el estudio y la planificación, que marcan la ruta para desandar el camino equivocado. “¿A la bulla de los cocos? Urbanismo de la ciudad de Panamá”, nos espera a todos en el edificio de los Archivos Nacionales.
Estos tres nuevos museos nos permiten imaginar una ciudad incluyente, solidaria, orgullosa de su diversidad y consciente del entorno natural que la cobija. Un Panamá diferente a esa “ciudad imaginada” por la élite colonial, que encontró en la muralla el pretexto perfecto para separar, como nos relata el historiador Alfredo Castillero Calvo en su extraordinaria obra. Una ciudad que abra puertas, especialmente las que aún están cerradas, como las del Museo Antropológico Reina Torres de Araúz; que fomente el diálogo y aplauda la diferencia. Una ciudad imaginada para todos.
La autora es periodista, abogada y directiva de la Fundación Libertad Ciudadana.