Un 30% de la población electoral corresponde a personas menores de 30 años. La juventud, por tanto, puede contribuir notablemente al destino político de Panamá a partir de 2019. Deseo, por esta vía, pedir perdón a nuestros jóvenes por haberles dejado una sociedad corrupta, desigual, intolerante e hipócrita. No hemos sabido ni procurado mejorar la calidad del país. Solo nos ha preocupado el beneficio personal y familiar.
Les estamos dejando una sociedad marcada por el juega vivo. Donde los gobernantes emplean demagogia y populismo para idiotizar al pueblo; donde los políticos se enriquecen de forma ilícita, no rinden cuentas y quedan impunes de sus fechorías; donde los diputados roban con apego a la ley, porque siempre se ha hecho así; donde los empresarios donan a campañas proselitistas para obtener rédito en negocios y contratos; donde la justicia se dirime en el circo mediático, irrespetando la presunción de inocencia, violando debidos procesos y operando con selectividad por revanchismo presidencial; donde los ministros se enfocan más en adular a su líder que en optimizar la ejecutoria de sus entidades.
Les estamos dejando una sociedad con lacerante desigualdad. Donde el 10% de los más ricos tiene 40 veces más ingresos que el 10% de los más pobres, lo que nos coloca entre las 10 naciones más inequitativas del mundo; donde los índices sanitarios de las comarcas y áreas rurales son abismalmente diferentes a los del resto de habitantes; donde un indígena posee una expectativa de vida 20 años menor que un capitalino; donde la brecha entre educación pública y privada es cada vez más profunda; donde atenderse en un hospital público significa sufrir retraso quirúrgico, dificultad en citas o desabastecimiento de fármacos; donde las medicinas tienen precios prohibitivos, muy superiores a los internacionales; donde la educación sexual se imparte solamente en colegios privados; donde el aborto confidencial e higiénico es solo potestad de la clase acaudalada.
Les estamos dejando una sociedad intolerante e hipócrita. Donde se discrimina lo diferente en conductas y hábitos; donde todavía no erradicamos el racismo; donde todo lo malo es culpa del extranjero; donde los homosexuales son acosados y carecen de derechos humanos universales; donde la televisión cosifica a la mujer para comerciar productos y mercantilizar escenas eróticas, pero sus periodistas linchan públicamente a una muchacha que enseña sus tetas, mientras trivializan la desnudez masculina; donde los reporteros violan frecuentemente la intimidad de otros, pero se enardecen cuando sucede a la inversa; donde tiramos basura en la calle, pero reclamamos que no hay mantenimiento del alcantarillado; donde adulteramos la declaración de impuestos, pero exigimos transparencia fiscal; donde premiamos mediocridad y no excelencia; donde nos aprovechamos de los avances en ciencia, pero dedicamos más presupuesto a lo místico que a lo científico.
Disculpen, jóvenes panameños. Ustedes son el producto de una sociedad fallida que malamente hemos construido, pero no tienen por qué ser prisioneros de ella. Si desean un mejor Panamá que garantice el bienestar de su futura descendencia, empiecen a cambiarlo ya. Para mañana es tarde.
El autor es médico