Lo que hemos escuchado en los últimos días es algo trascendental e histórico, la justicia ha logrado pruebas contundentes de que Odebrecht pagó coimas a altos funcionarios para conseguir que se le otorgaran negocios del Estado, que hasta ahora, el valor de las coimas se ha cuantificado en alrededor de $86 millones, que aún no sabemos exactamente cuánto perdimos los panameños en sobrecostos y si lo recuperaremos o no, que se necesita indagar más para encontrar a otros posibles culpables de periodos diferentes a los ya definidos en los acuerdos de homologación con Brasil, y que a Odebrecht se le multó con lo que algunos ven como un cómodo y conveniente plan de pago a plazos y que podrá seguir operando en Panamá con la condición de que no vuelva a las andadas, una especie de perdón con penitencia acompañado de un “vete y no peques más”.
Y claro que lo que esperamos los panameños es que recuperemos todo lo que hemos perdido, incluidos los sobrecostos, que haya un castigo ejemplar para los posibles involucrados en el presente, pasado o futuro y que además lleven en sus espaldas la vergüenza de verse señalados por la historia como criminales y traidores a la patria.
Otro tema en la palestra, tal vez de menor cuantía pero no por eso de menor importancia, es el de las llamadas “donaciones” que hizo Odebrecht, algo un poco más complicado pues, aparte de que quizás no todas han salido a la luz pública, se han utilizado argumentos bastante razonables para justificarlas, como por ejemplo que técnicamente no fueron ilegales, así de simple, o que cuando las recibieron no sabían lo que Odebrecht estaba tramando, que lo recibido no fue a cambio de favores ni condiciones especiales y que estas donaciones fueron debidamente declaradas y pueden verse en los libros de cuentas.
Pero posiblemente una pregunta que queda en el aire, para el caso específico de las donaciones, es un tema más bien de moral al pensar en el origen del dinero, ver con un poco de consciencia de dónde pudieron haber salido los fondos para estas contribuciones hechas “a cambio de nada”. Y este último argumento quizás es un tanto ingenuo, pues bien sabido es que el crimen organizado y los delincuentes de alto perfil compran voluntades, imagen y reputación para poder operar sin despertar sospechas o para pedir favores cuando los necesiten.
En cuanto al origen del dinero, está la posibilidad de que fue dinero honrado, ganado en forma honesta y que vino de un equipo humano y de una caja diferente a lo que Odebrecht manejaba para la estrategia de las coimas. Que cuando Odebrecht hizo las donaciones aún no habían hecho nada ilegal en el país y que sus actuaciones ilegales fueron solo después. Sí, definitivamente que en ese mundo de dos caras es posible que tuvieran una caja con dinero limpio para donaciones y otra caja sucia para coimas, pero lo que no puede ser ignorado es que al final todas estas donaciones vinieron de un delincuente que sabemos que le robó al país y que en este mundo muy pocos dan algo de gratis y mucho menos los criminales.
Y la otra forma de verlo es que de una u otra forma estas donaciones fueron financiadas con ganancias por sobrecostos, dinero sucio que algunos recibieron sin saber que era o sería dinero robado a todos los panameños.
Asumiendo que los receptores de estas donaciones verdaderamente desconocían lo que pasaba detrás del escenario público, ¿qué harán ahora que saben que este dinero que recibieron “a cambio de nada” vino de un criminal confeso? ¿Qué harán ahora que saben que no se puede descartar que ese dinero también salió de los sobrecostos, que no pueden descartar que fue robado a las arcas de la Nación y que posiblemente es dinero sucio?
Por supuesto que el tema se complica un poco más si el receptor de dinero fue a través de transacciones legítimas donde hubo intercambio de bienes o servicios, una compañía que de buena fe le vendió algo a Odebrecht y que ahora se entera de que le estaba vendiendo a una compañía que incurría en actividades ilícitas.
Al final del camino, sea cual sea el monto procedente de Odebrecht, centavos o millones y que haya sido recibido con o sin conocimiento de su origen, en forma directa o indirecta y a través de cualquier mecanismo, ya sea en calidad de donación regalo o lo que fuera, es dinero que de una u otra forma pudo venir de las arcas del pueblo y probatum est que vino de las manos de alguien que cometió actos ilícitos en perjuicio de nuestro país.
¿Hay el deber moral de devolver al pueblo estos dineros recibidos por Odebrecht independientemente de si hay o no una obligación legal? No estoy seguro de quién tiene la verdad en el bolsillo, lo que sí sé es lo que personalmente haría yo, pero claro que lo que suceda en este campo dependerá de los valores y consciencia de cada uno.
El autor es médico.