Cada fin de año, al llegar las fiestas, vemos un despliegue de noticias acerca del uso de juegos pirotécnicos por niños que por su inexperiencia terminan con graves quemaduras que amenazan su vida, creando la idea de que si evitamos que los niños usen las llamadas bombitas, traqueadores y demás juegos pirotécnicos, el problema quedaría resuelto, y eso está muy lejos de ser cierto.
Si analizamos las estadísticas del Hospital del Niño Dr. José Renán Esquivel, en los últimos 10 años cada día se atiende al menos a un niño quemado, con un incremento anual de 16%. El 60% de los pacientes es varón, con edades entre 1 y 4 años. Las lesiones son diversas, predominan las de segundo grado en el tronco y extremidades, la mayoría producida por agua caliente o basura encendida, y promedia 10 días de hospitalización a un costo anual de $3.5 millones en su tratamiento.
Para ilustrar un poco acerca de la severidad de las quemaduras, estas pueden clasificarse en tres grados: 1. La de primer grado afectan la capa superficial de la piel, producen enrojecimiento, dolor y a veces edema (hinchazón). 2. Las quemaduras de segundo grado dañan tanto la capa superficial como la más profunda, conocida como dermis; la piel se puede ver roja, blanquecina o con manchas, el dolor es intenso y pueden aparecer ampollas. 3. Las de tercer grado afectan las dos capas de la piel y llegan hasta la grasa. Cuando las quemaduras involucran manos, pies, cara, genitales, ingle, glúteos, articulaciones grandes, así como toda quemadura profunda y las causadas por electricidad, substancias químicas, o si la víctima tiene dificultad para respirar o tos persistente, con o sin evidencias de quemaduras de las vías aéreas, debe acudir de inmediato a un servicio de urgencias para ser evaluado.
Además de las terribles lesiones físicas como deformaciones del rostro, pérdida de miembros o limitaciones funcionales, se añaden graves afectaciones psicológicas al paciente y a su entorno, por lo que una quemadura le cambia el futuro y la vida a quien la sufre y a su familia.
Afortunadamente, la unidad de quemados del Hospital del Niño Dr. José Renán Esquivel tiene la mística y las competencias para manejar estos accidentes con muy buenos resultados. En casos de grandes quemados que no pueden tratarse en nuestro país, mediante alianzas con los hospitales Shriners en Estados Unidos, Canadá y México, los pacientes son trasladados para recibir atención médica de máxima complejidad gratis, sin embargo, la tendencia creciente de niños quemados refleja la falta de un programa de prevención de quemaduras en que la responsabilidad primaria la asuman los padres, debidamente capacitados y educados con acciones multisectoriales, especialmente en las medidas que deben adoptar en sus hogares para disminuir las quemaduras en los niños.
¿Qué hacer entonces para evitar estos accidentes? En primer lugar, no permitir bajo ningún motivo a niños jugando en la cocina o donde se esté quemando basura; al cocinar, utilizar los fogones posteriores de las estufas con los mangos de las sartenes hacia atrás, no cocinar ni manipular alimentos calientes con niños en los brazos, ni dejar comida sobre la estufa encendida sin atender; evitar cocinar con ropa muy holgada o mangas muy anchas. Además, mantener fuera del alcance de los niños cualquier sustancia tóxica, así como proteger las conexiones eléctricas, evitando contacto con agua. Antes de bañarlos con agua tibia o darle su biberón calentado, el adulto debe probar la temperatura primero; al terminar de planchar hay que desconectar la plancha y ponerla fuera del alcance de los niños. No fumar dentro de la casa por el riesgo de incendio y a la salud de la personas.
Si no actuamos como sociedad e iniciamos cuanto antes un programa de prevención, a fin de año tendremos la sala de quemados abarrotada de niños sufriendo por nuestra indiferencia.
El autor es coronel del Cuerpo de Bomberos