Inicio mi escrito con este objeto, rayo pulverizador, salido de cualquier historieta donde superhéroes o villanos pueden contar con este superpoder: la habilidad de manipular la energía, como rayos de luz que salen de los ojos y convertir o destruir la materia a su paso. El observar lo que ocurre con el mal uso de las redes sociales (WhatsApp, Instagram, etc.) trajo esta idea a mi mente.
Aunado a que nuestro país es anfitrión del evento (ver Comic Con Panamá) iniciado en Estados Unidos (los 70) de cultura pop de videojuegos, cómics, literatura fantástica, juegos de rol, cosplay, cine y televisión; lo que me recordó a los superhéroes.
Como el rayo de energía o pulverizador, basta solo una foto o video de algún incidente para destruir en cuestión de segundos la imagen de una persona, sin poder dar marcha atrás. Diariamente, los noticieros ya cuentan con una sección para ello, pasan eventos bochornosos, que no sé si se le pueden llamar noticias, y nos torturan por días seguidos con miras a completar las versiones de un incidente. Igual ocurre en las redes sociales. “Todo el mundo es culpable hasta que se demuestre lo contrario”. No existe la más mínima empatía. Ni siquiera el pensar en todas las posibilidades; cualquiera puede ser víctima, y el daño psicológico es menospreciado y difícil de evaluar. Este manejo de la comunicación es una forma de violencia.
Albert Einstein en sus escritos sobre Bertrand Russell y el pensamiento filosófico señalaba que la vida cotidiana de los seres humanos era dominada por la ilusión del realismo ingenuo, de que las cosas “son” tal como nuestros sentidos las perciben; es decir, la doctrina de que todo es lo que parece. Siendo la visión uno de los mayores sentidos: una imagen tiene mucho poder.
Estos comportamientos reflejan una sociedad enferma, y si repasamos la historia de la humanidad, probablemente el ser humano recorre círculos donde avanza y se autodestruye, cual infante pareciera estar en la etapa oral.
Citando a Plutarco: “el cerebro no es un vaso por llenar, sino una lámpara por encender”. Somos responsables de nuestros pensamientos y espíritu. Tenemos el control de la información que queremos recibir a través de los medios, pero también debemos ayudar al prójimo (“La omisión del bien no es menos reprensible que la comisión del mal”, Plutarco) y una manera puede ser no mirar ni compartir dichos eventos. Enfocar nuestra luz interior en lo bueno, verdadero y beneficioso.
La autora es psiquiatra de niños y adolescentes.