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RELACIONES INTERNACIONALES

Reenfocar la política exterior

Reenfocar la política exterior
Reenfocar la política exterior

La deriva que experimenta el país por falta de un liderazgo nacional tiene su contracara en la gestión improvisada, errática y falta de transparencia con que la saliente administración ha gestionado la política exterior.

El trazo original estuvo centrado en las relaciones con el Vaticano y fue variando para favorecer a China y maniobrando, simultáneamente, para alinearse con las demandas de Estados Unidos, en una evidente falta de visión estratégica y defensa de los genuinos intereses nacionales.

El gobierno de Juan Carlos Varela aceptó que China le impusiera, para establecer relaciones diplomáticas, el prerrequisito de romper todo contacto oficial con Taiwán. Lo insólito es que Panamá no ha hecho nada para que Pekín se adhiera al Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente del Canal, pese a su condición de segundo usuario de la vía acuática.

Varela y su cancillería, en una acción sin precedentes, ignoraron a América Latina, descuidaron las relaciones con sus vecinos estratégicos –Colombia y Costa Rica- y después de coquetear al inicio de su gestión con Venezuela, tomaron partido en contra del gobierno constituido de ese país. Mientras Varela publicita su respaldo a la oposición venezolana, prominentes figuras del Partido Panameñista y empresarios aliados mantienen negocios con el chavismo.

A lo largo del quinquenio, Panamá ha estado ausente de los foros internacionales y ha rehuido el debate acerca de los complejos escenarios que preocupan a la comunidad internacional. Eso ha significado una pérdida de los activos en favor de una política exterior que redunde en beneficio de los intereses nacionales.

La tarea del nuevo gobierno será revisar lo actuado y reenfocar la política exterior para reinsertar al país en la comunidad internacional, jerarquizando el interés nacional. Habrá mucho que desandar ante una política exterior alejada del tradicional espíritu de diálogo y negociación, de búsqueda de soluciones políticas, que dio prestigio a Panamá producto de su posición geográfica como puente de encuentro y de mediación.

Panamá está lejos de aspirar a ser jugador de primera línea en el escenario mundial. Lo que sí puede hacer –y esta será responsabilidad de la nueva administración- es poner sus fortalezas al servicio de la comunidad internacional, con los consecuentes beneficios para el desarrollo del país y las prioridades nacionales.

En el caso de Venezuela, el nuevo gobierno debe desandar el camino de desconocer al régimen actual y pretender que la oposición va a convocar elecciones. Si Panamá se fija como objetivo promover el diálogo y contribuir a encontrar una solución política, no debe tipificar ni condenar al régimen ni a la oposición.

Además, Panamá debe volver a desempeñar su papel tradicional en las instancias regionales, continentales y mundiales, y sacarle mayor provecho a su vocación marítima, sobre todo en los foros de Asia y el Pacífico. Esa proyección puede alcanzar también a países africanos clave como Marruecos, al que Varela y su cancillería han tratado con hostilidad por su inaudito reconocimiento a un seudo Estado dirigido por una guerrilla separatista aliada al grupo terrorista libanés Hezbolá.

Marruecos es un jugador importante y con grandes simetrías con Panamá por su tasa de crecimiento y desarrollo, su dinámica conectividad, su potencial logístico, portuario y agroindustrial, sus avances en materia energética, financiera y aeroespacial en África.

El nuevo gobierno debe revisar también lo acordado con China y desentrañar los aspectos en que la administración saliente ha hipotecado el futuro del país. Las nuevas autoridades deben poner fin al secretismo en los tratos con Pekín porque implica riesgo a la personalidad y seguridad internacional del Estado panameño. Hay quienes están convencidos de que China no es un beneficio real para el país ni un aliado genuino en la comunidad internacional.

La nueva administración no puede pretender torcer la realidad de que Estados Unidos es y seguirá siendo el principal socio comercial de Panamá. Eso obliga a buscar, desde el inicio, una relación de pantalones largos con Washington. No será fácil. El presidente Donald Trump ya comenzó su campaña con miras a la reelección en 2020 y Panamá puede aparecer en forma intermitente en ese proceso electoral.

Por otro lado, para poner fin a las oscilaciones y falta de brújula que evidencian una planificación inexistente, sería oportuno que el nuevo gobierno conformara un equipo de expertos que actuara a manera de laboratorio de ideas y centro de pensamiento que aporte los grandes trazos estratégicos en materia de política internacional.

A fin de cuentas, la imagen exterior del país es un asunto que debe tratarse con la mayor seriedad y en función de las prioridades de los intereses nacionales.

El autor es periodista


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