La Caja de Seguro Social sigue inexorablemente su camino a la implosión. A pesar del empeño y los buenos esfuerzos del buen doctor Martiz, la institución le genera más problemas de los que resuelve. La noticia reciente de un esquema de afiliaciones falsas con el concurso de funcionarios y del laxo control de la institución es solo una. Los recurrentes problemas del abastecimiento de medicamentos donde hay clara influencia política y corrupción es otro muy gordo.
La última cereza del pastel es el nuevo programa de préstamos a empleados de la Caja con recursos del programa de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM). Esto, de salida, constituye un conflicto de interés donde la Caja es juez y parte del proyecto, ¡malo! Al mismo tiempo, la Caja es rehén de sus empleados, a los que no podría despedir so pena de no poder cobrar esa deuda. Por otra parte, ese tipo de inversiones no tiene la calificación de riesgo que requieren las inversiones del IVM, ni las tasas que ofrece son comparables con los riesgos que se asumen. Este tipo de programas tiene costos de manejo y supervisión que los encarece y, por lo tanto, el retorno total de esta aventura, deducidos costos y morosidad, podría yo apostar que es cerca de cero, si no negativo. La Caja ya intentó estos programas antes, y los que hemos vivido suficiente conocemos las consecuencias.
Todo lo arriba expuesto, más la ya consabida lista de deficiencias y carencias de la Caja, que van desde el deficiente servicio al asegurado, la opacidad de sus finanzas, el secuestro de la Caja por sus más de 33 mil empleados con inamovilidad laboral y aumentos inerciales, pone el futuro de la seguridad social en riesgo y, con ello, el país en riesgo. Todos estos retos insolubles han puesto al Dr. Martiz a considerar renunciar, si no fuera por su vocación cristiana al sufrimiento y la resignación.
La Caja es un problemón. Por allí han pasado distinguidos profesionales y juntas directivas prominentes. Todos acaban exhaustos y frustrados. La telaraña de intereses, distorsiones y oscuridad gerencial es imposible. Pero la solución no es privatizar la Caja. ¿Quién querría pagar por algo así? ¿Quién quiere ese hueso?
No hay una solución integral para la Caja. Hay sí, soluciones separadas para el sistema. La solución está en la desmonopolización de la seguridad social. La Caja que siga operando y ojalá mejore. Debemos repensar el esquema de seguridad donde otros entes puedan brindar los servicios de salud y pensiones también. Los asegurados se merecen un servicio eficiente por las elevadas cuotas que pagan.
Quizás se debe empezar con que la gestión de los fondos del IVM tenga varios administradores, tal como el Siacap, que funciona admirablemente. Por cierto, la Caja es una de las administradoras del Siacap y los retornos de su manejo allí exceden por lejos los retornos que la Caja obtiene para sí en el programa de IVM. ¡Cosa más grande!
De allí, podríamos seguir a salud, con un esquema competitivo donde todos ganamos. Los casos de desmonopolización exitosa de la seguridad social abundan, y hay que inventar muy poco. Lo que no hay es tiempo que perder.
El autor es director de la Fundación Libertad