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HUMANITARISMO

Romper reglas para salvar vidas

Las hermanas Mardini son dos nadadoras profesionales sirias que escaparon de Damasco en 2015 y que llegaron a Europa en uno de esos botes repletos de aterrados seres humanos que escapan de la guerra, el hambre y la desesperación.

Durante la peligrosa travesía por el Mar Egeo, el motor del bote dejó de funcionar. Sarah y Yusra se tiraron al mar, arrastrando el bote y sus 18 ocupantes por tres horas hasta la costa de Grecia. Se convirtieron en heroínas y obtuvieron asilo en Alemania.

Por lo visto, Sarah quiso seguir ayudando. En agosto pasado fue detenida, junto a otros miembros de una organización humanitaria que auxilia a los migrantes que llegan a la isla de Lesbos. El Gobierno griego la acusa de participar en una red ilegal de ayuda a la migración irregular, y enfrenta una posible condena de 18 meses.

En 2016, tres bomberos sevillanos fueron detenidos mientras rescataban a varios migrantes cerca de las costas griegas. También fueron acusados de tráfico ilegal de personas.

Peligroso asunto el de rescatar a seres humanos en el Mediterráno estos días. Peligroso y contra corriente, como lo han comprobado los representantes de las organizaciones S.O.S. Mediterránea y Médicos Sin Fronteras, a cargo del barco Aquarius con bandera panameña.

El pasado viernes, la Autoridad Marítima de Panamá (AMP) informó que cancelaría el registro del Aquarius, porque “la embarcación está desatendiendo los procedimientos jurídicos internacionales en materia de inmigrantes y refugiados auxiliados en las cosas del Mar Mediterráneo”. Esto, agregó la AMP, afecta los intereses nacionales y es causal de cancelación del registro.

El informe de la AMP agrega que “la principal queja dimana de las autoridades italianas, quienes han reportado que el capitán de la nave se ha rehusado a devolver a los inmigrantes y refugiados a su lugar de origen”. Así de claro; así de absurdo.

Sin duda, el mundo vive una crisis humanitaria de proporciones gigantescas. Según cifras de Naciones Unidas, unos 65 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares como consecuencia de conflictos, violencia, persecución, hambre. Se trata de la cifra más elevada desde la Segunda Guerra Mundial, pero seguramente empeorará por las consecuencias del cambio climático.

En 2017, más de 170 mil migrantes llegaron a Europa atravesando el Mediterráneo. Unos 120 mil lo hicieron por la ruta marítima central considerada muy peligrosa, y donde ese mismo año se registraron 3 mil muertos y desaparecidos. La mayoría viaja en botes fletados por traficantes desde Libia, Túnez o Egipto, arriesgando sus vidas para llegar a Europa. Es justo el área que patrulla el Aquarius rescatando personas, salvando vidas.

Europa enfrenta una crisis existencial que ha ido cerrando las puertas a los migrantes. Los gobiernos que aún defienden los valores europeos y los derechos humanos, batallan con el dilema del crecimiento del sentimiento xenófogo y ultranacionalista que ya ha triunfado en las urnas en Italia y Hungría. La situación es tan grave, que llegó hasta nuestras puertas, y no precisamente por razones humanitarias.

Por esos lares vivimos hace poco la crisis de los cubanos que intentaban llegar a Estados Unidos, y la región enfrenta la trágica situación de los venezolanos.

Durante la crisis de los cubanos, la Cancillería intentó lograr acuerdos con los países centroamericanos para garantizar la protección de los migrantes cubanos. Ahora, ha vuelto a intervenir, ordenando que el proceso de cancelación del registro del barco no se complete hasta que los migrantes que estén a bordo del Aquarius encuentren un puerto seguro, donde su vida e integridad no corran peligro. Es algo, pero es poco.

Obviamente, existen compromisos internacionales y reglas que Panamá no puede desconocer, pero nada de eso hace desaparecer el drama de esos seres humanos que enfrentan la muerte en las aguas del Mediterráneo, y que un barco con bandera panameña estaba salvando. El Aquarius ya había perdido un registro previo con la Marina Mercante de Gibraltar por las mismas razones. En ambos casos dijo ser un buque oceanográfico. Qué bueno que aún hay gente que miente para salvar vidas.

La autora es periodista y abogada.


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