“Salud igual para todos” fue la meta de la revolución en salud dirigida por el Dr. José Renán Esquivel en el año 1969, tratando con ello de indicar que todas las comunidades se merecen igual y la mejor atención en salud. Sin embargo, hoy día, medio siglo después, la “salud igual para todos” sigue siendo una quimera, una ilusión, que no ha sido posible a pesar de las promesas de los políticos de turno y de los miles de millones de dólares que han tenido disponibles cada año nuestras instituciones públicas de salud.
Salud igual para todos los panameños, implica que todas las personas y las comunidades tengan acceso, sin discriminación alguna, a servicios integrales de salud, adecuados, oportunos, de calidad, determinados a nivel nacional, de acuerdo con las necesidades, así como a medicamentos de calidad, seguros, eficaces y asequibles, a la vez que se asegura que el uso de esos servicios no expone a los usuarios a dificultades financieras, en particular los grupos en situación de vulnerabilidad. El acceso universal a la salud y la cobertura universal de salud requieren la definición e implementación de políticas y acciones con un enfoque multisectorial para abordar los determinantes sociales de la salud y fomentar el compromiso de toda la sociedad para promover la salud y el bienestar.
En ese sentido las actuales autoridades nacionales formularon una “hoja de ruta” en la que se comprometieron al inicio de su mandato a: (i) ampliar el acceso equitativo a servicios de salud, integrales, de calidad, centrados en las personas y las comunidades; (ii) fortalecer la rectoría y la gobernanza en el camino hacia la cobertura universal de salud; (iii) aumentar y mejorar el financiamiento, con equidad y eficiencia, y avanzar hacia la eliminación del pago directo que se convierte en barrera para el acceso en el momento de la prestación de servicios; y (iv) fortalecer la acción intersectorial para abordar los determinantes sociales de la salud.
Casi al término de su gestión, los logros de esta administración son limitados. A pesar de tener definido “el camino a seguir” por la Mesa de Diálogo para la transformación del sistema público de salud, persiste la segmentación de este, con escasa o ninguna coordinación entre el Minsa y la CSS, lo cual ha favorecido la ineficiente fragmentación operativa y, en no pocas ocasiones, ha creado el espacio propicio para la privatización de los servicios de salud que debe proporcionar de forma expedita y eficiente el sistema público de salud. Es evidente la debilidad del Minsa para el ejercicio efectivo de su función rectora, así como la incapacidad demostrada para la gerencia efectiva de la CSS. A pesar de haber contado con un presupuesto para el sector público de salud cercano al 6% del PIB, persisten las deficiencias en las infraestructuras, equipos, medicamentos y recursos humanos de la red de servicios públicos de salud; tampoco se ha avanzado en el desarrollo de un modelo de atención que privilegie la prevención y la promoción de la salud en el primer nivel de atención, en lugar de la atención a la enfermedad en hospitales de tercer nivel.
Pero estamos en el momento propicio para aprovechar las fortalezas internas del sistema y las oportunidades externas que se nos presentan. Contamos con una propuesta concertada en el seno de la Comisión de Alto Nivel, así como con una sólida política de salud, cuya formulación se apoyó en los avances logrados en el campo de la salud pública en el país y en las enseñanzas extraídas de períodos de planificación anteriores, para orientar las intervenciones, abordar los desafíos existentes y los riesgos que como sociedad se proyectan.
Tienen la palabra las próximas autoridades nacionales. Aprovechen las ideas, propuestas, planes y recursos para alcanzar la salud igual para todos los panameños. Y, por favor, no se olviden de acabar de una vez por todas con el nefasto clientelismo político, colocando a los profesionales más idóneos y probos en los cargos políticos y gerenciales de nuestras instituciones públicas de salud.
El autor es ciudadano
