Sergio Pitol, artista de la fuga



Hay una imagen en el discurso de recepción del Cervantes de Sergio Pitol en 2005 que enciende siempre mi entusiasmo: “mi abuela con un libro”. El escritor mexicano enumera recuerdos de infancia y allí, en medio de tantos, está el de aquella mujer que lo crió (quedó huérfano), libro en mano.

Para Sergio Pitol, que nos dejó hace unos días, la literatura representaba todo.

Escritor tardío, viajero incansable, traductor y diplomático, supo, como muy pocos, fugarse todas las fronteras entre géneros para concebir una de las más perdurables obras en Hispanoamérica, fraguada bajo la influencia de los más diversos escenarios y escritores.

Pero, vuelvo a su abuela. Denle a los chicos libros, denles lecturas, denles letras, denles alas y seguro tendremos mejores ciudadanos, más abiertos, con mejor visión del mundo, con más amor hacia el prójimo, con menos miedo.

Pitol, su vida y su obra, son un buen ejemplo de lo que los libros pueden hacer en la vida de una persona.

No puedo dejar de citar su brillante resumen de lo que es una vida: “Uno, me aventuro a creer, es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada.

Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas”.

En esta fuga constante que es vivir, vayamos sumando, la vida ya se dedica a la resta.

Nos toca buscar la belleza, recordar quiénes fuimos, estar agradecidos y comprometernos a amar, darnos al arte de la fuga de esta realidad que no entendemos, al arte de vivir y de soñar.

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