Conversando con un abogado -que pagó su carrera manejando taxi selectivo- acerca de las dos nuevas magistradas escogidas, convenientemente, por el Presidente de la República, le reclamé por qué los jueces y magistrados que tienen años de servicios trabajando en el Órgano Judicial no han hecho nada real para que se respete la carrera judicial.
El interpelado tiene muchos años de trabajar en el sistema y empezó desde abajo. Ocupa ahora, según entiendo, el puesto de juez de descarga. Él podrá llegar, por sus méritos, al puesto de magistrado de Tribunal Superior, pero hasta ahí será su recorrido. De milagro podrá ser suplente de magistrado de la Corte, para nada suprema, si es como me decía una compañera de estudios que ocupó dicho cargo corporativo, o sea, genuflexo.
Refiriéndome a la exmagistrada, que antes de serlo me dijo que no tenía esas características, pero que una vez ocupó el puesto, jamás la vi denunciar lo que a diario se ve y se sabe en los corrillos judiciales. Ni creo intentó un cambio significativo en la mencionada institución.
Para muestra un botón; el Órgano Judicial está presidido por una persona que está más interesada en la representación internacional que en los problemas más urgentes de la Corte, como por ejemplo, la mora judicial; la falta de jueces o juzgados de las áreas de difícil acceso, como Darién; la falta de personal en los juzgados que manejan numerosos expedientes; la falta de infraestructuras adecuadas en los juzgados de circuito (más bien parecen cuchitriles).
Son absurdas las funciones que se les asignan a un o una secretaria de juzgado, poco le falta para tener que barrer o limpiar la oficina: hacen de todo. No sé qué tiempo tienen para leer y analizar una sentencia que lleva su firma en conjunto con la del juez.
Últimamente me llama la atención, y se lo hago saber a personal del juzgado o de tribunales, cómo unos jueces demoran días para resolver trámites simples y otros jueces semanas. Cuando de sentencias se trata, hay jueces y magistrados que demoran meses y hay otros que demoran años. Al secretario del Primer Tribunal Superior le pregunté hace unos días si era que a ese magistrado que demora poco los casos solo le reparte los casos fáciles, o es que en ese despacho funcionan con una mejor gasolina.
Al juez de descarga le mencioné que yo jamás aceptaría un cargo, por más sustancioso que sea el salario. Entrar en un barril de manzanas podridas me contaminaría.
Los puestos en el Órgano Judicial deben ser ganados por méritos, véase estudios, capacidades, experiencia, honorabilidad y al final de un concurso. No de a dedo. Llegar por otras circunstancias me desprestigiaría ante mis hijos, para quienes trato de ser ejemplo correcto.
La pelea por puestos directivos a lo interno de la Corte parece más bien una trifulca de zona roja. Magistrados mal hablados haciendo alharacas sin nada sustancioso y sin ninguna prueba aportada, me hace dudar de sus capacidades como abogados, ya que no les veo malicia, suspicacia, atrevimiento, osadía, a la hora de obtener documentación que avale sus denuncias.
Desde hace muchos años le vengo diciendo a jueces que tienen muchos años de servicio que abandonen sus puestos, que no pierdan más su tiempo en espera de un reconocimiento que no les llegará. A estos les explico que con su experiencia ganarían mucho más dinero, sin tantas controversias y con un horario libre.
Por último, está claro que las nuevas magistradas, para mí ya ratificadas, ya que no creo que los diputados se nieguen a ello, sino más bien se acomodarán con algo de cariño, representan al partido gobernante o en premio a actuaciones.
Falta un nombramiento del magistrado que suplirá el puesto dejado por Moncada, donde hay un suplente fallando correctamente y muy rápidamente. Ese, en mi opinión, tiene una gasolina de alto octanaje, muy motivadora.
Esto me hace sospechar, como a todo panameño, que se trata de una salvaguarda para eventos judiciales futuros. Mientras no cambie el sistema de elección de magistrados seguirán ocurriendo las mismas irregularidades, como por ejemplo, pasar de juez municipal a magistrado de la Corte, pasando por encima de jueces de circuito y magistrados de tribunales superiores, lo que constituye una burla para estos últimos.
El autor es abogado