La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible mantiene objetivos importantes como: eliminar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos. El turismo de aventuras es un segmento de la industria que empodera a las comunidades y enseña a capitalizar los recursos naturales y culturales; mejora la economía local y apoya los esfuerzos de conservación. Es muy importante en el mundo, porque el 65% de los ingresos permanece en el destino. Según Adventure Travel Association (ATTA), la industria de aventuras representa alrededor de 263 billones de dólares. Todo el que viaja 8.5 días mantiene un gasto aproximado de $3 mil 500, siendo este el perfil del turista ideal para Panamá.
El turismo no es estático, por lo que Panamá no debe seguir vendiendo el destino como hace 10 años. Toca reinventarnos, si queremos ser competitivos en la región. Chile, México, Perú, Ecuador y Nicaragua invierten mucho dinero en atraer al turista de aventuras. Sus campañas se enfocan en turismo comunitario, actividades al aire libre, giras a parques nacionales y reservas privadas, turismo cultural y gastronómico, etc.
El viajero de aventura demanda experiencias auténticas, es más experimentado, busca sitios exóticos y productos sostenibles e innovadores. Muchas veces, está dispuesto a aceptar infraestructura limitada, si la experiencia es excepcional. Esto me hace pensar en Jurutungo, Santa Fe, Bonyic y el Guabo de Yorkin, sitios de gran belleza natural en donde se puede observar aves, practicar el agroturismo y etnoturismo, entre otras actividades, pero muy limitados en su desarrollo.
El turismo de aventuras es la tendencia global y la apuesta de muchos destinos de éxito. Las motivaciones de viaje, hoy día, son muy diferentes a las de hace algunos años. Según la ATTA, en las comunidades que poseen características naturales y culturales sobresalientes, el turismo de aventura puede genera una fuente de ingresos importante e incentivos para conservar las huellas del pasado, la identidad cultural y las maravillas naturales. Es tiempo de que nuestras comunidades empiecen a percibir los ingresos directos de la industria y no solo consultorías y esperanzas.
Nos debemos unir y trabajar una estrategia, a largo plazo, que impulse el turismo de aventura con enfoque sostenible, que apoye a las comunidades y beneficie a más actores de la industria. Es importante que Panamá evalúe la disposición de participar en el turismo de aventuras y desarrolle una estrategia de promoción, a corto y mediano plazo, que impulse el patrimonio natural y cultural, y sea vista en Europa, Asia y en Norte y Sur América, en 2017.
