El corazón se me vino abajo el domingo por la mañana cuando llegó la noticia: “Un avión con destino a Nairobi se estrella poco después de despegar de Addis Abeba”. Muchos de nosotros conocemos tan bien esa ruta —que va de la sede de la Unión Africana en Etiopía a la sede de las Naciones Unidas en Kenya— que a veces la llaman “el puente aéreo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)”. Era casi seguro que una tragedia en ese trayecto afectaría de lleno a las Naciones Unidas.
Además, el accidente se produjo en vísperas de la mayor conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente, en Nairobi, lo cual me preocupó aún más. Nuestros peores temores no tardaron en hacerse realidad. Entre las 157 víctimas de decenas de nacionalidades, perdieron la vida 21 colegas de las Naciones Unidas.
¿Quiénes eran? Por la propia naturaleza de esta tragedia, era un grupo de personas muy distintas, pero también era un reflejo de las Naciones Unidas: mujeres y hombres, jóvenes profesionales y funcionarios experimentados, procedentes de todos los rincones del mundo y con conocimientos muy diversos.
Se dedicaban al mantenimiento de la paz y a revertir el cambio climático, a empoderar a las mujeres y a reducir los desechos plásticos en los océanos, a ayudar a quienes tienen que abandonar su hogar y a tantas otras cosas más.
Compartían ese vuelo nefasto con muchos otros colaboradores de la sociedad civil y trabajadores humanitarios: esa constelación de defensores y activistas que las Naciones Unidas reúne con frecuencia.
Entre ellos había representantes de la juventud que iban a la conferencia sobre el medio ambiente llenos de entusiasmo, como uno de ellos escribió, “para debatir sobre el medio ambiente, intercambiar puntos de vista con jóvenes y líderes de todo el mundo y volver después a casa a compartirlo”.
Sí, se trataba de personas excepcionales cuyo entusiasmo y dedicación a los problemas del mundo brilla con fuerza en el contexto de este trágico acontecimiento. Pero también eran personas comunes y corrientes. Igual podían estar proporcionando alimentos a víctimas de guerra que comentando las últimas novedades de una boda, una fiesta de cumpleaños o un partido de fútbol.
En un momento en que muchos ponen en duda la cooperación internacional e incluso se burlan del concepto mismo del multilateralismo, recuerden estas vidas truncadas y su misión.
Vayan a cualquier foco de tensión y allí los encontrarán. Imaginen cualquier problema mundial y los verán manos a la obra, lejos de casa, sin bombo ni platillo.
Indiferentes al cinismo, cada día salen de casa convencidos de que pueden mejorar el mundo de la manera más eficaz posible: simplemente, haciéndolo.
En esencia, ¿qué es el multilateralismo? Es aunar fuerzas con gente de todos los países para que el mundo sea un lugar mejor.
Dediquen un momento a reflexionar sobre estas vidas y sobre el servicio que han prestado. Trabajaban para ustedes, y han contribuido a que el mundo sea un lugar mejor para todos nosotros.
El autor es secretario general de las Naciones Unidas.
