Venezuela ha hablado



Venezuela ha votado abrumadoramente por un drástico cambio de rumbo tras 17 años de gestión –primero con Hugo Chávez y luego con Nicolás Maduro– de un modelo político y social que no solo se ha mostrado totalmente agotado sino que ha hundido al país en la pobreza material, la inseguridad jurídica, el autoritarismo político y el desprestigio internacional.

Hay que resaltar positivamente que tras una durísima campaña electoral en la que la oposición ha sufrido el acoso físico –incluyendo un asesinato en pleno mitin– y las declaraciones amenazantes por parte del Gobierno, la jornada del domingo transcurriera sin incidentes y que una vez conocidos los resultados, Maduro –seguramente presionado por los militares– saliera a reconocer la derrota del chavismo y a admitir que vencieron “la Constitución y la democracia”.

Y que el líder opositor Henrique Capriles dijera el lunes que hay que administrar la victoria “con humildad, madurez y serenidad”.

Resuelta la asignación completa de escaños, queda claro que comienza una fase de transición en la que la oposición tiene los dos tercios de la Cámara que le permiten una mayoría suficiente para designar y apartar autoridades y para promulgar leyes orgánicas.

Es el momento de que todos se pongan manos a la obra para, mediante el diálogo, recuperar la convivencia que nunca debió haberse perdido.

Uno de los elementos básicos es la liberación de los presos políticos. Se trata de una medida que puede llegar mediante una ley de amnistía que apruebe el nuevo legislativo –como ya ha anunciado Lilian Tintori, mujer del encarcelado Leopoldo López–, aunque lo deseable sería que fuera el propio presidente Maduro el que tomara esa iniciativa como muestra del compromiso con la nueva senda que ha trazado la sociedad en las urnas.

La estabilidad institucional también es fundamental. Los venezolanos tienen múltiples demandas que exigen ser afrontadas con urgencia, desde el desabastecimiento de los productos básicos hasta la delincuencia desatada y la corrupción generalizada.

Una contienda política, por muy legítima que sea, entre Ejecutivo y Legislativo que deje estas prioridades en un segundo plano puede hacer encallar definitivamente al país.

Venezuela no está dividida en dos bloques irreconciliables. La oposición, que no debe quemar etapas ni caer en provocaciones, incluye puntos de vista y sensibilidades distintas; y el chavismo, que ha ganado 18 de 19 elecciones, contempló el domingo cómo un gran número de sus partidarios ha dado ahora los votos a la oposición.

El diálogo es complicado, pero esta es la oportunidad para tender puentes. En paralelo, la comunidad internacional debe estar con Venezuela –que, como Argentina hace dos semanas, experimenta un cambio de repercusión regional– y acompañar esta nueva etapa para contribuir al éxito de la transición hacia la normalización democrática.

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