Cuando pregunté a mi hija si prefería escuchar música española o panameña en vez de música “extranjera”, me contestó: “papá, la música es de todas las personas. A mí me gusta Queen”. Le expliqué el último hit de la diputada del título y me dijo que por escuchar a su grupo favorito estaba dispuesta a escuchar a los otros, “pero no me gustarán nunca”. Pura rebeldía musical.
¿Ahora la música? El populismo exacerbado de esta diputada, que sigue agigantando su leyenda, ha llegado a niveles de lo que se llama en comunicación “cortina de humo”, que siempre está tintada de populismo y medias verdades o mentiras y media. Bien mezclado todo, da para presentar reformas migratorias sonrojantes o anteproyectos de ley que pretenden acotar la libertad estética.
Nos salvamos los escritores, porque lo siguiente debe ser que por cada autor “extranjero” que se distribuya en el país se haga lo mismo con tres de los nuestros, por qué no, total, la cosa es evitar que el “extranjero” nos coma el terreno de las letras, las artes plásticas o culinarias. Una ley como esa solo hundiría el talento que tienen nuestros músicos y artistas.
No hay nada más panameño y patriótico que presentar, sin ambages, las planillas 080 o abrir las puertas de la Asamblea Nacional a una auditoría, porque allí todo se supone blanco como la ropa del primer día y honorable como reza el título que les otorga la Constitución al haber sido elegidos por los ciudadanos. Pero, del dicho al hecho, en nuestro país, es más largo el trecho.
Otra “Queen”, La Lupe, pone banda sonora a la cortina de humo de la diputada: “Igual que en un escenario, finges tu dolor barato, tu drama no es necesario, ya conozco ese teatro”. Y siento no citar una canción panameña, sino la de ese “extranjero”, Catalino Curet Alonso, tan boricua que parece panameño, como Cheo Feliciano o Camarón de la Isla o Fredy Mercury.
El autor es escritor