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Abril 8: Día de vergüenza nacional

Después de visitas de procónsules de Donald Trump, con el guion de sus irresponsables alocuciones de mentiras y amenazas, no quedan dudas de sus intenciones hacia nuestro país y el resto del mundo.

Antes de que Trump ganara las elecciones en Estados Unidos, ya los especialistas prendían luces rojas ante el colapso de la economía norteamericana, como consecuencia de la crisis de la globalización y del neoliberalismo que la sustentaba.

Es evidente que lo que se gestó durante cuarenta años para impulsar la globalización, que enriqueció a los oligarcas y a las grandes empresas transnacionales de Occidente, a costa de empobrecer a su clase media, acabó con la industria y generó dependencia del exterior; así lo demuestran las estadísticas y la intención desesperada de las guerras arancelarias.

Ya no es un secreto que un sector de la oligarquía gringa, que encontró en Trump un salvavidas para evitar la caída imperial, desea aislar a China económicamente, dividirla de los rusos, arrodillar a los sumisos europeos, doblegar a México y sumar a los canadienses a la Unión.

Con los acuerdos, entendimientos y anexos firmados por el gobierno entreguista de José Raúl Mulino, quedaron claras sus pretensiones de acantonar soldados en instalaciones panameñas y controlar los puertos, como desean hacer en otras partes del planeta, para controlar la cadena de comercialización internacional y fastidiar a China, lo cual pone en peligro la seguridad de nuestro país, pues nos convierte en un objetivo militar.

En este estremecimiento del tablero internacional, ya no es un secreto su estrategia. Queda claro que lo que buscan es convertir a Panamá, nuevamente, en un enclave militar y controlar el Canal y a América Latina.

Esos documentos ilegales que firmaron los ministros del gobierno, siguiendo instrucciones de Mulino, se gestaban desde meses atrás —en cobarde silencio—, con los oficiales del Departamento de Estado y de Defensa, y en las visitas a Estados Unidos de funcionarios panameños del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Sin embargo, los enemigos no son únicamente los genuflexos del gobierno que convirtieron los tratados de neutralidad en letra muerta, ni Trump, ni los que han puesto la identidad nacional en entredicho. El verdadero peligro, en estos momentos cruciales para los panameños, es la desorganización que vivimos.

Esa desorganización es producto de la corrupción que debilitó nuestras instituciones públicas y privadas, los poderes del Estado, los partidos políticos y organizaciones gremiales. Ella ha permitido que los vendepatrias, junto a los Calígulas del norte, encuentren terreno propicio para materializar sus planes.

En 1968 hubo una situación similar de cuestionamiento moral que emergió al calor de las elecciones. La única institución organizada era la Guardia Nacional, que, inicialmente por razones laborales, su alta oficialidad dio el golpe de Estado y, posteriormente, lideró una propuesta de reivindicaciones sociales y la lucha contra el colonialismo. Toda la sociedad quedó inmersa en la religión que une a los panameños: el rescate de la soberanía, del Canal de Panamá y la eliminación militar gringa en nuestro suelo.

No obstante, en los últimos veinte años bajamos la guardia, cometimos graves errores y, nuevamente, la oligarquía y las élites empresariales oportunistas irrumpieron en la vida del país con las mismas lacras de antaño. Esos hechos, aunados a la presencia presidencial de Trump, han coincidido para reeditar la historia. Además, perdimos capacidad de formar mejor a la juventud, pues la educación quedó en manos de dirigencias magisteriales que premiaban más sus reivindicaciones materiales que la concientización del ser nacional, eliminando la materia de relaciones de Panamá con Estados Unidos para no alterar a nuestros “socios”.

No obstante, la buena noticia es que en el ADN del panameño también afloró la religión que nos une, pues rechaza mayoritariamente las imposiciones de Trump y de los vendepatrias del gobierno. Así lo reflejan encuestas nacionales que miden esta nueva intervención gringa.

Figuras destacadas del fórum político y académico del país se manifiestan pública y valientemente, contando la historia que no se cuenta en las aulas de clases; y las organizaciones juveniles y populares encienden motores para enfrentar nuevamente la afrenta imperial.

En ese espíritu de lucha in crescendo, la institución más respetada y mejor organizada, la Iglesia católica, con monseñor Ulloa a la cabeza, ha hecho sentir su posición patriótica y comprometida con la historia y el futuro del país. Su labor de concientización se siente en cada rincón de la geografía nacional, junto a exposiciones magistrales de figuras políticas de distintos signos políticos e ideológicos.

Para ganar esta nueva batalla es necesaria la unidad de todas las fuerzas patrióticas, como en experiencias pasadas, y en coordinación con aquellas naciones que también sufren los embates del trumpismo. La tarea principal hoy es crear un liderazgo, sin egoísmos, que la dirija con la mente fría y el corazón ardiente.

El autor es abogado y exsecretario general del PRD.


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