Vivimos en un mundo donde el uso de los recursos disponibles lo controlan los que están cerca del poder.
La función que debe cumplir un gobierno, de crear un balance y asegurar la distribución de la riqueza, no se cumple.
Los recursos disponibles van a los proyectos y áreas de interés de aquellos cercanos al poder.
Aquellos que poco tienen, no tienen la capacidad ni económica ni organizacional para llegar cerca de las mieles del poder y conseguir asignaciones que mejoren su situación.
Por otro lado, cuando los candidatos gestionan votos, estos reconocen las carencias, necesidades y aspiraciones de la población, pero todo queda en aspiraciones, mientras los electos logran cinco años de goce financiero.
En este punto, podemos volver al primer pronunciamiento... Al momento de repartir los fondos disponibles, no se invita ni se contempla a los más necesitados. Sólo están presentes los que ya tienen una agenda, que se aseguran de presionar por sus objetivos. Además, nos llegan funcionarios que necesitan un auxilio económico, un nombramiento, hasta el amigo que necesita hacerse un procedimiento clínico, etc.
Cada quien lucha por lo suyo y los ausentes solo logran recibir las migajas.
La repetición de este ciclo, por décadas, es lo que nos tiene donde estamos.
Si el poder económico y aquellos que más gritan, no logran entender que sus agendas deben contemplar elementos de equidad, siempre tendrán en riesgo su bienestar y la prosperidad de sus actividades.
No es posible que un país que ha estado generando tanta riqueza, tenga tanta pobreza.
La reciente experiencia nos demuestra la vulnerabilidad del esquema de trabajo actual: en días, se sintió el desabastecimiento de alimentos; nos preocupaban las escuelas cerradas; nos quedamos sin combustible y gas para cocinar; nos quedamos sin medicamentos e insumos; el turismo se afectó; los comercios sin actividad; la logística se interrumpió; los restaurantes sin suministros ni clientes, etc.
Pero lo que no logramos entender, es que muchas áreas del país viven estas carencias de manera cotidiana. Muchas escuelas no inician clases anualmente en ausencia de instalaciones adecuadas y personal. Instalaciones de salud no cuentan con los profesionales requeridos, instalaciones, insumos ni equipamientos para prestar una atención, medianamente apropiada. Carreteras y caminos no reciben el mantenimiento y con frecuencia dejan de existir, convirtiéndose en caminos de penetración. Sin vías de acceso no llegan el gas, el combustible, los médicos, los maestros, etc. Nada nuevo en el diario vivir.
Además, están los casos de situaciones nunca atendidas (agua y electricidad). No se logra encontrar una solución. Sin embargo, si hay recursos para costear una campaña para fomentar el ahorro de agua, pero no para que reparen las fugas.
La avaricia nos está llevando por mal camino y hemos estado recibiendo alertas tempranas.
Sobre este aspecto, muchos reclaman una constituyente. Esta tarea eminente debe realizarse de una manera integral, repensar el modelo político, el sistema electoral y muchos otros temas que tenemos pendiente.
La verdad es que la conducta humana no cambiará con una nueva Constitución, pero sí puede incorporar mejores mecanismos para blindar el sistema de los abusos y ataques frecuentes.
Bajo este escenario, regresamos a la conducta de los protagonistas.
La agenda del sector privado debe incluir un acápite de inclusión. Inclusión no significa responsabilidad social. Significa reconocer que la riqueza del país debe llegar a los que no tienen acceso a los que reparten el pastel. Y lo más importante: no debe llegar como dádiva; debe llegar como instrumento de desarrollo y sostenibilidad.
Al gobierno le toca manejar los recursos de manera honesta, responsable y equitativa; al sector privado le toca no abusar del sistema, en procura de un entorno propicio para los negocios. La estrategia de solicitar justificaciones para los proyectos de los más necesitados, mientras las solicitudes de otros son atendidas sin ningún tipo de requerimientos, nos tiene recorriendo el sendero en reversa.
Piensen en grande y conquistaran el éxito que vivirán con sus hijos, nietos y hasta bisnietos. Piensen en el momento y vivirán tu fracaso.
El autor es economista retirado
