Ha llegado el momento, de emprender una acción climática enérgica.
La conclusión científica es irrefutable: para evitar que la crisis climática se convierta en una catástrofe permanente, debemos limitar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados.
Debemos lograr que las emisiones netas de gases de efecto invernadero sean de valor cero.
Un grupo de países que representan aproximadamente dos tercios de la economía mundial ya se han comprometido a hacerlo. Es un indicio alentador, pero necesitamos que todos los países se unan a esa coalición.
Aún más urgente es que los Gobiernos la respalden a largo plazo con la adopción de medidas concretas.
El mundo cuenta con el Acuerdo de París, en el que los países se comprometieron a establecer sus planes nacionales de acción climática y a reforzarlos cada 5 años. Han transcurrido más de 5 años y nos enfrentamos a la prueba contundente de que si no actuamos destruiremos nuestro planeta; por lo tanto, ha llegado el momento de actuar de forma decisiva y eficaz aprovechando la invitación de la ONU a todos los países para que participen en la COP26 en noviembre.
Los nuevos planes nacionales deben reducir la contaminación global por gases de efecto invernadero en al menos un 45 % para 2030 con respecto a los niveles de 2010. Ya se han presentado muchos planes en los que se establecen políticas claras para adaptarse a los efectos del cambio climático y promover el acceso a las energías renovables.
Hasta la fecha, esos planes solo han conseguido reducir las emisiones en menos de un 1%, una situación que debe considerarse como una alerta roja.
En los próximos meses, los Gobiernos deben ampliar drásticamente sus aspiraciones, especialmente los países con más emisiones, que son los responsables en mayor medida de la crisis.
La eliminación gradual del carbón del sector eléctrico es el paso más importante para alcanzar el objetivo de 1.5 grados. La adopción inmediata de medidas para eliminar el combustible fósil más sucio y contaminante de los sectores energéticos ofrece a nuestro mundo una oportunidad.
El consumo de carbón para generar electricidad debe reducirse para 2030 en un 80%, por debajo de los niveles de 2010. Eso significa que las economías desarrolladas deben comprometerse a eliminar el carbón para 2030 y los demás países para el 2040.
La COP26 debe marcar el fin del uso del carbón.
A medida que el mundo avanza hacia la protección del aire puro y la promoción de la energía renovable, es esencial que se garantice una transición justa. Hay que apoyar a los trabajadores de las industrias afectadas y del sector informal para que cambien de empleo o adquieran nuevas competencias.
Los países que menos han contribuido al cambio climático son los que sufren los peores efectos. Muchas naciones insulares simplemente dejarán de existir si no intensificamos la respuesta.
Los países desarrollados deben cumplir sus compromisos de aportar y movilizar 100 mil millones de dólares anuales para: duplicar los niveles de financiación para el clima; dedicar la mitad de la financiación para el clima a la adaptación; poner fin a la financiación internacional del carbón; y desviar las subvenciones de los combustibles fósiles a las energías renovables.
La Cumbre del G7 que se celebrará en junio es una oportunidad para que los países más ricos den un paso adelante y asuman los compromisos financieros necesarios que garanticen el éxito de la COP26.
Pido a todos los bancos de desarrollo multilaterales y nacionales que, antes de la COP26, adopten políticas claras para financiar la recuperación de la Covid-19 y la transición a economías resilientes en los países en desarrollo, teniendo en cuenta los niveles de deuda y las enormes presiones a que están sometidos los presupuestos nacionales.
Muchos gobiernos locales y empresas privadas se han comprometido a lograr emisiones netas de valor cero para 2050 y han emprendido importantes revisiones de sus modelos de negocio.
Animo a los jóvenes a que sigan alzando la voz para responder al cambio climático, proteger la biodiversidad y acelerar los esfuerzos para alcanzar los ODS.
El tiempo se agota y hay mucho trabajo por delante; no es momento de levantar la bandera blanca y darse por vencidos. En este Día de la Tierra insto a todas las naciones a que asuman juntos los desafíos de este momento.
(El autor es el secretario general de las Naciones Unidas)

