Este mes se conmemora el natalicio de Adam Smith, uno de los pensadores más influyentes en el campo de la economía y la filosofía política. Smith desarrolló una perspectiva única en su época que sentó las bases de la teoría económica como la conocemos.
Adam Smith fue un firme defensor del liberalismo económico y creía en la capacidad del individuo para buscar su propio interés, a la vez de cómo la búsqueda de este interés producía el bienestar de otros individuos debido a la interacción y cooperación en el libre intercambio, popularmente conocido como “la mano invisible”.
En su obra cumbre, “La Riqueza de las Naciones”, Smith exploró las ventajas del libre comercio y la especialización. Este concepto etéreo ha permanecido a lo largo de los años como sentido lógico para la toma de decisiones económicas de los entes pequeños, medianos y grandes en términos de la participación en las economías. Además, resaltó la importancia de la competencia como un motor para la innovación y el progreso económico.
Otro de sus grandes aportes fue la percepción hacia la división y especialización del trabajo. Observó cómo la especialización permitía a los trabajadores desarrollar habilidades específicas y aumentar la eficiencia en la producción, cosa que hoy en día vemos como algo natural u obvio mientras que hace 500 años no era parte del sentido común de las sociedades. Esta especialización en las organizaciones sociales generó excedentes que podían ser intercambiados en el mercado, convirtiendo a la especialización como uno de los principales móviles del crecimiento y desarrollo económico.
Sin embargo, Smith no era economista, sino sociólogo. Él exploró la naturaleza humana y la importancia de la empatía y la simpatía en la interacción social. Smith argumentó que el interés propio no debe ser visto como egoísmo, sino como una fuerza motivadora que puede llevar a la cooperación y la prosperidad mutua. Nosotros cooperamos porque vemos un bien común entre nuestros semejantes, por ende, este principio nos ayuda a ver los verdaderos colores de las relaciones humanas. Yo trabajo, colaboro, comparto o salgo con alguien porque nuestra interacción conjunta nos trae beneficios a ambos. No existe tal cosa como las interacciones incondicionales y Smith es excelente retratando este hecho.
Las teorías de Adam Smith todavía tienen gran valor y provocan pensamientos en el mundo moderno. Está claro que el comercio internacional y la cooperación entre naciones son importantes en un mundo cada vez más interconectado. La búsqueda del bienestar económico y social sigue siendo un objetivo principal, y las enseñanzas de Smith nos alientan a considerar cómo podemos promover la libertad personal y la prosperidad de manera conjunta y realista.
Por lo que Adam Smith propuso ideas claras, concisas y retadoras en el mundo moderno. Él rompe con esa idea fantástica de que la cooperación puede estar basada en la incondicionalidad y va más allá acercándonos a cómo realmente se toman decisiones en el día a día. Entender a precisión su concepción nos lleva a ser más responsables con respecto a lo que aportamos a nuestras interacciones con otras personas y nos ayuda a comprender mejor la naturaleza humana. Nada es gratis, siempre se va a esperar algo a cambio, pero precisamente saber eso nos lleva a saber interrelacionarnos mejor.
El autor es miembro de Fundación Libertad

