La salida de los últimos tres directores generales es el síntoma, pero no la causa raíz de los graves problemas que agobian a la CSS, que representa cerca del 20% del presupuesto nacional y toca a más de 3 millones de personas en nuestro país.
He tenido el privilegio de conocer a los directores generales desde el Dr. Jorge Abadía Arias hasta el Dr. Alfredo Martiz. A todos los considero inteligentes y con buenas intenciones, pero a pesar de ellas, persisten las mismas quejas por la sociedad.
Salvo algunas acciones como la integración de los servicios de salud, que se inició en Colón, Veraguas y Chiriquí, sin implementarse en el área metropolitana, la propuesta de un modelo de gestión mediante contratos programas para el Hospital San Miguel Arcángel y los hospitales que tienen patronatos, la mayoría ha seguido con tímidas variantes el actual modelo con los mismos resultados conocidos.
Nos hemos acostumbrado a recibir los nuevos gobiernos con esperanzas, que se van perdiendo cuando las promesas se incumplen, cuando aparece el flagelo de la corrupción, el tráfico de influencias y, sobre todo, cuando el pueblo debe pagar la curva de aprendizaje de personas que llegan a los cargos gerenciales a aprender, por carecer de las competencias y eso toma dos años en promedio. Mientras tanto, el sistema se mantiene ineficiente, ineficaz, con baja cobertura, inequidad, carente de medicamentos e insumos, con mora quirúrgica, largas listas de espera para citas y saturación de los cuartos de urgencia de los hospitales, sin tocar el fondo de pensiones, que es harina de otro costal, lo que produce insatisfacción de la población, que se traduce en voto castigo para la siguiente elección, esperando que el próximo gobierno sí resuelva.
Sabemos cuál es el problema de la mala calidad en salud, por lo que todos los discursos serán muy parecidos, la diferencia es en ¿cómo lo van a hacer?, ¿cual será la estrategia?, si estarán o no dispuestos a dejar impreso con tinta indeleble su nombre como el presidente que fue capaz de detener esta caída libre y darle al país la salud que queremos, incluyente, eficiente, de calidad y calidez, accesible, integral, universal, gratuita, que respete los derechos de las personas, para que podamos alcanzar el Estado de bienestar que anhela la población.
Se requieren soluciones estructurales, porque seguir igual no es una alternativa aceptable, en consecuencia, les comparto algunas opciones: adoptamos el sistema de Belice, en el que el Minsa sea el responsable de dar toda la atención, con lo cual sacrificaríamos la función rectora o migramos al modelo de nuestros vecinos, donde el Seguro Social es el responsable. Miramos ejemplos exitosos en otros países que han descentralizado los servicios eficientemente con buenos resultados, como Canadá y España, o hacemos un modelo híbrido, a la panameña, como lo propuso una comisión de distinguidos expertos de crear el sistema único de salud.
Seguir enfocados en comprar más medicinas, mandar más personas a operar en clínicas privadas, hacer los cuartos de urgencias más grandes o imponer una fuerza de tarea para que exprima al personal y lo hagan más productivo o tener una rotación de gerentes sin precedentes nos permite pronosticar el colapso total del sistema, sin que estos temas sean resueltos.
Los técnicos sanitarios saben lo que hay que hacer, pero temen las consecuencias de decirlo. Mientras persista la injerencia política partidista en el nombramiento de funcionarios técnicos que deben ser seleccionados por concurso, sin importar su filiación política o se mantenga el tráfico de influencias, los contratos amañados, la pérdida de la mística institucional, la falta de liderazgo, sin trabajo en equipo y se irrespete la autonomía, no importa a quién se designe, sin apoyo de los grupos de interés, las cosas seguirán empeorando. Por ello, está prohibido procrastinar, se nos acabó el tiempo, mientras la CSS agoniza.
El autor es médico y economista de la salud
