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Al cuidado de la calidad de la docencia universitaria

El servicio de educación de cualquier población del mundo siempre estará integrado por el estudiante como el centro del proceso de aprendizaje, el docente, quien interactúa mayoritariamente con él en las aulas, y los demás actores (la administración y el entorno) que brindan el apoyo necesario para que dicho proceso se realice y desarrolle tal como haya sido planificado.

Una de las características básicas de este proceso es que el estudiante debe someterse y participar en evaluaciones periódicas y permanentes durante todo el periodo de su formación. Algunas de estas evaluaciones estarán establecidas de antemano, mientras que otras no, pero todas tendrán como finalidad medir los niveles de aprendizaje y aprovechamiento en comparación con los estándares mínimos establecidos por el sistema.

Por su parte, quien elige brindar el servicio de docencia deberá someterse al proceso de revisión de primer ingreso establecido por el sistema y cumplir con los estándares establecidos para los docentes. En otras palabras, la evaluación del docente debe realizarse al ingreso al sistema educativo correspondiente; las demás serán actualizaciones periódicas en su área específica de conocimiento y en otros ámbitos generales que el sistema establezca o que el propio docente decida realizar por iniciativa personal. En ningún caso el docente es el centro de un sistema de evaluación, a menos que se trate de concursos específicos basados en la meritocracia dentro de la carrera docente. En el sistema educativo, el docente es quien evalúa al estudiante, no el evaluado, ya que no está en proceso de formación.

En cuanto a la evaluación, la Real Academia Española (RAE) establece que “evaluar significa determinar o fijar el valor de algo o de alguien, o estimar sus conocimientos, aptitudes y rendimiento”.

Por su parte, ChatGPT define la evaluación como un proceso: “Es una reflexión sistemática e intencionada que permite construir juicios de valor para tomar decisiones. Este proceso se basa en información relevante recogida mediante técnicas y procedimientos estandarizados.”

Con el tiempo, y tras muchos años en diversos roles dentro de la educación nacional, donde la docencia siempre ha sido un denominador común, he aprendido que la evaluación es un tema profundo y de gran responsabilidad, con propósitos serios. Independientemente de si se trata de una persona o de algo más, la evaluación es un proceso en el que están involucradas variables como el tiempo, el conocimiento idóneo del tema, el proceso evaluativo en sí, los fines de la acción evaluadora, y debe ser siempre imparcial y sumamente objetiva.

El encargado de este proceso se denomina evaluador o evaluadora, es decir, es la persona que, dentro de un campo específico del conocimiento, investiga y se informa sobre los méritos y carencias del objeto de evaluación.

En cuanto a la evaluación de un docente en cualquier nivel de la educación nacional, debe ser una responsabilidad de gran magnitud, especializada, objetiva en extremo y con propósitos positivos para la prestación del servicio de docencia, para el sistema educativo y para la calidad del producto final que egresa. Cualesquiera otras finalidades opuestas dejarían claras evidencias de ser actos de índole personal y fuera de todo propósito y responsabilidad de servicio al país.

Se rumorea en el ámbito educativo nacional sobre la implementación de sistemas de evaluación del docente que podrían no haber sido suficientemente estudiados o consultados, y que dicha responsabilidad se podría delegar a los estudiantes. En el caso de universidades, sean públicas o privadas, esto podría considerarse como un acto temerario, poco serio y con fines personales, por decir lo menos, de quienes administran la docencia en esas instituciones. Si se pretende o tiene como propósito llevar a cabo tal acción, sepan que la resultante sería terriblemente adversa para la docencia y, por ende, para la calidad general del proceso educativo y, finalmente, para la calidad del profesional que egresará.

Si esta acción se llevara a cabo, resultaría paradójico, ya que, como dije antes, el estudiante es el centro de todo el proceso de aprendizaje, formal o informal; es el cliente, quien debe recibir e intercambiar, mayoritariamente, los aprendizajes presentados en las aulas y laboratorios de clase. En el nivel universitario, es un ciudadano, una persona mayor de edad, responsable de sus actos, que llega al entorno educativo con el propósito final de formarse como profesional en un área específica del conocimiento. El Estado, por su parte, ofrece este servicio de manera gratuita en la educación superior universitaria y, a través de instituciones privadas, también se promueve el mismo servicio.

Como mencioné antes, es paradójico porque, como dice el refrán, es como poner los bueyes delante de la carreta. El estudiante no llega al entorno educativo para evaluar nada ni a nadie; en todo caso, es él quien será evaluado de manera exhaustiva y objetiva durante su proceso de formación profesional. No es su función, ni su propósito, y no está en capacidad de hacerlo, por lo que sería una decisión equivocada y temeraria poner semejante responsabilidad en manos de un estudiante. Tampoco es un contenido del plan de estudios que lo forma como profesional, y si alguna materia lo incluye, solo es un curso, y aun así, no lo habilita para evaluar a un docente.

Personalmente, considero que es un problema grave; sería comparable a poner un arma de fuego cargada y lista para disparar en manos de un niño. Un instrumento de evaluación docente, cualquiera que sea, a cargo de estudiantes, tendría resultados caóticos y catastróficos. Por ejemplo, mencionaré tres posibles consecuencias:

a. El estudiante tendría en sus manos una herramienta para liberar frustraciones, lo que podría derivar en un irrespeto masivo hacia el cuerpo docente y los valores institucionales establecidos.

b. Todo docente, especialmente aquellos sin estabilidad laboral en el sistema, podría sentirse vulnerable o amenazado, lo que podría reducir severamente los niveles de exigencia en la docencia y, con ello, la calidad del servicio.

c. Si esta práctica se mantiene en el tiempo, el deterioro será generalizado: la calidad del docente, del servicio educativo, el prestigio institucional y la calidad del egresado se verán afectados.

Espero que este análisis reflexivo sea de provecho y coadyuve al pensamiento crítico, coherente y sensato para tomar las mejores decisiones en las instancias que el Estado destina a la formación profesional y humana de alta calidad que el desarrollo nacional demanda.

Los responsables en los cargos respectivos, funcionarios todos por un periodo determinado, tienen la responsabilidad de administrar y guiar el servicio de la educación y tomar las mejores, más sensatas y sabias decisiones para lograr los propósitos de la patria.

El autor es docente universitario.


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