La educación en este gobierno no llegó ni a estrella fugaz. Y lo demuestran los últimos resultados de la prueba PISA. Nuestros estudiantes de 15 años no dan la talla en ninguna de las tres materias que evalúa la prueba. Hay que reconocer que sí hubo avances y eso a pesar de que fuimos el país donde más tiempo estuvieron cerradas las escuelas por la pandemia. A diferencia de Costa Rica, por ejemplo, que viene cayendo en cada medición. Pero aún no llegamos ni al 2.5.
El promedio mínimo establecido en la prueba es de 450. En lectura, la materia más importante, subimos de 377 a 392 (15 puntos), lo que representa un 4% de avance, que el propio estudio aplaude. Pero hay que aumentar 15% para llegar al mínimo. Nuestros jóvenes (los que saben leer) no entienden lo que leen. Quedamos en el puesto 59 de los 81 países evaluados.
En matemáticas aumentamos menos de 1%. Nos falta 26% para llegar al puntaje mínimo. Quedamos en 74 de los 81 países evaluados. Y en ciencias aumentamos 6%, pero falta subir 14% para llegar al mínimo. Estamos de 65 entre 81 países.
Estamos muy por debajo del promedio de la OCDE. Eso es vergonzoso, pero se vuelve indignante si recordamos que el presupuesto del Meduca este año es de $3 mil 539 millones y para 2024 no solo sube, sino que se le destinará, además, el 7% del producto interno bruto. Contra resultados, es obsceno. En países como Uruguay y México, que salieron mejor evaluados, el presupuesto es menor.
Y aquí entra el problema clave de la educación: la politización del sistema, el chantaje de los docentes y la poca valentía de quienes, sabiendo qué hacer, no se atreven a asumir el costo de hacerlo. Fuera de que quienes sí tienen voluntad se estrellan contra la burocracia. Y nuestra ley de Educación data de 1947. 1947, sí.
Hay otro problema clave. Y es que el Meduca ofrece capacitaciones a los docentes, sí, pero no son obligatorias. Y aplica evaluaciones después de las capacitaciones, pero no hay consecuencias si no las pasan. ¿En qué empresa pasa eso? ¿Quién los evalúa a ellos y a los directores de las escuelas para saber si son capaces de formar a nuestros hijos?
Por otro lado, tenemos a los dirigentes magisteriales, como Diógenes Sánchez, diciendo que se va a tomar el poder con temas ideológicos. ¿Entonces qué le están enseñando a los alumnos? ¿Español o ideología? Y ni siquiera en las aulas, porque so pretexto de motivos para protestar, como el contrato minero, alegan que en la calle también se educa. Educar hubiera sido enseñarles los beneficios y consecuencias de la mina, debatir y que se formaran su propio criterio. Pero no. Ellos no trabajaron... pero cobraron. Y eso ocurre porque el Meduca lo permite.
Por cierto, la participación esperada de los alumnos en la prueba cayó de 90% a 77% por la huelga docente de 2022. Otra irresponsabilidad de los docentes.
Volviendo a los resultados, la información siempre es valiosa. Por eso es tan reprochable la decisión que tomó Lucy Molinar en 2012 de no hacerla porque le parecía que no daba rutas a seguir, a diferencia de otras pruebas que dicen qué hacer. Porque claro, había que dárselo masticadito a la señora. ¿Cómo fue que dijo? Que le parecía patética la pasión que hay a la prueba PISA. Y lo reiteró ahora, con estos resultados. En consecuencia, en 2018 salimos hasta el tape. Peor que en 2009, cuando se hizo la primera evaluación.
Pero por el otro lado, dice el Meduca que estos resultados sirven como base para saber lo que hay que hacer. Hay muchas evaluaciones: ERCE y Crecer, por ejemplo. Y no es que no saben para dónde agarrar, porque todas apuntan a las mismas carencias. ¿Qué más necesitan para saber qué hacer?
Otro punto interesante de la prueba es que se evaluaron a jóvenes de 215 escuelas, entre privadas y oficiales. Y la brecha es abismal. En matemáticas no, pero en lectura y ciencias la privada supera la meta. Y las cosas como son: fueron las escuelas privadas las que empujaron el promedio país. ¿Es eso justo con los alumnos de la pública? ¿Es justo que por no tener con qué pagar la privada les espere un futuro limitado? La falta de educación es la base de la desigualdad. ¿Cómo miraremos a la cara a esa generación? ¿Qué responderemos cuando nos pregunten qué hicimos, sabiendo lo que pasaba?