
De nuevo, desde afuera tuvieron que venir a decirnos que somos un plomo. Como en todo: en educación, lucha anticorrupción, transparencia… y ahora en finanzas públicas. Perdimos el grado de inversión, y en verdad, bien merecido está. Nos lo ganamos a pulso.
Superficiales como de costumbre, el debate estéril se ha centrado en el papel de la mina en esto. Unos alegan que no tiene nada que ver, a pesar de que eso está en el primer párrafo de la explicación de Fitch, y otros, que es por ellos, lo cual tampoco es cierto.
Con el cierre de la mina Panamá perdió una entrada importante de ingresos para hacerle frente a sus gastos: perdió 5% del PIB, o sea, más de $4 mil 100 millones. Pero el pecado original es que el gobierno, pese a las advertencias que viene recibiendo desde hace tres años, no hizo nada por ser más productivo y eficiente en el gasto, y aumentó la planilla y la deuda vulgarmente sin poder asumir el pago de esos gastos. Solo en 2023 aumentaron mil 332 millones los gastos, dejándolos en $13 mil 100 millones. No es la mina, sino el despilfarro obsceno y el problema estructural lo que nos tiene aquí.
Nos tiene aquí que siguieron alimentando el monstruo del clientelismo y fueron tan corruptos como pudieron. Que decidieron no enfrentar el problema del Seguro “por falta de capital político”, ni el del agua del Canal teniendo la solución desde que llegaron. Si hubieran resuelto esas cosas y nuestras finanzas fueran prístinas la mina hubiera sido una cortadita, no una sacada de madre.
Y esto es grave porque las calificadoras de riesgo son la referencia de los mercados. Esta decisión nos quita de la vitrina el cartelón con el que atraíamos inversión extranjera. Fuera de que el informe también habla de incertidumbre y falta de gobernanza, cuando antes éramos un puerto seguro en la región. Ahora los inversionistas se preguntan si aquí resolveremos nuestros problemas con democracia o con violencia. ¿Quién quiere invertir con esa inestabilidad e impredecibilidad?
Ahora el dinero nos costará más. No solo al gobierno, lo cual sería suficientemente grave porque el gobierno al final lo financiamos la gente y las empresas, sino que tendremos tasas de interés más altas todos. Empieza el gobierno, siguen los bancos, se extiende a las empresas y termina afectando las personas. Al empresario con línea de crédito le subirán los intereses. Al que tiene una hipoteca subirá la mensualidad. Al que debe su carro, le subirá la letra. Y así sucesivamente. Nos van a seguir prestando, sí, pero como el riesgo de inestabilidad es mayor, nos exigirán pagar más. De hecho, el mercado ya nos tenía castigados. En 2019, ir al mercado de bonos nos costaba 4%. Ahora cuesta más de 7%. Nos ha costado 75% más lo que nos han prestado.
Y sí, Fitch es solo una de las tres calificadoras. Pero históricamente las tres han ido en la misma línea. La pérdida unánime, entonces, es cuestión de tiempo.
Y el gobierno, para variar, sigue sin asumir su culpa. Sí, Martinelli y Varela subieron la deuda y tuvieron déficit, pero en ambos gobiernos nos mejoraron la calificación.
Y de nuevo andan con la cantaleta de la pandemia. El problema no fue la pandemia, sino el cierre militaroide de la economía. Panamá fue de las economías que más se contrajo en el mundo. Y el ministro de Economía, el mismo que nos dejó en superávit en 2009, se dejó presionar y no tuvo el valor ni los valores de parar a estos maleantes.
Por eso es patético verlos bravitos y arrogantes haciendo pataleta. ¿Qué esperan? ¿Que les repitan el examen? Y mentira que están sorprendidos y no lo esperaban antes de las elecciones. Lo que esperaban era que el muerto le cayera al próximo gobierno, igual que todo lo que no quisieron resolver ahora. Así que no, no hay teorías conspirativas. Ese es el delirio de persecución que les impide reconocer sus errores.
Y claro, nadie ha renunciado porque no tienen dignidad. ¿Cómo es que decía José Alejandro Rojas, el “gurú” de las inversiones? ¿Que encontraron las finanzas como las de Enron? No. Así las dejaron. Y menos mal ellos sí sabían gobernar. Imagínense si no.
El problema es que el grado de inversión no se recupera rápido; Colombia lleva seis años intentándolo. Pero si no elegimos bien el 5 de mayo, el proceso demorará más. Miren lo que propone Mulino, por ejemplo: más chen chen en tu bolsillo. ¿Con qué? ¿Con más deuda? ¿Y Roux, prometiendo ahorrarnos $95 al mes desde el primer día? ¿Cómo? De nuevo, la solución a nuestros problemas la tenemos nosotros.
El próximo presidente deberá tomar decisiones difíciles e impopulares. Asumir el problema del agua, del Seguro, de la mina… Cumplir la ley de responsabilidad fiscal que nadie ha cumplido, volver eficiente la desastrosa recaudación, eliminar subsidios y exoneraciones, hacer lo que ahora no se atreven a prometer y decirle no a los caprichos clientelares. Y para eso se necesita voluntad y carácter. Es clave conocer no solo su plan sino quién lo va a ejecutar. ¿Quién sería el ministro de Economía de cada uno? ¿Cómo se le pararían a los diputados maleantes? Exijamos compromisos, no solo promesas. No podemos seguir tropezando con la misma piedra por siempre.